POLÍTICA CRIOLLA SIN DIN DIN DONG
Nuestra querida República puede considerarse secuestrada por una camarilla política que ganó legalmente las últimas elecciones, pero está lejos de legitimar su poder, que es la capacidad de gobernar contando con el amplio consenso de los ciudadanos. La sociedad está técnicamente dividida entre dos grandes bandos: uno que exige reformas a cualquier precio en el sistema político, social y económico y otro bando que considera que la reforma de una sociedad compleja no se hace por medio de decretos si seguimos dentro de un sistema democrático. La política es el instrumento que la ciudadanía tiene para allanar sus diferencias, pero toda política exige capacidad de negociación.
¿Qué es, básicamente, negociar?
Tratar de hallar una vía intermedia usando el diálogo, tanto ciudadano, a través de los medios de comunicación —como este canal que estoy utilizando—como institucional —para eso existen las cámaras legislativas— y de ese modo escuchar atentamente la expresión de la sociedad para tomar decisiones que ni perjudiquen del todo a un bando ni beneficien del todo al mismo bando. El problema que tenemos ahora los argentinos reside justamente en la discapacidad del Presidente para encarar cualquier forma de negociación. Ya en campaña se mostraba colérico ante cualquier forma de cuestionamiento a sus ideas. Entraba en “trance” y se ponía a gritar, insultar, descalificar e inventar dicterios contra su interlocutor. Ha llegado a tratar de bobos y mogólicos en pleno debate frente a las cámaras. ¿Cómo se podría dialogar con alguien que al primer “pero” que usted oponga, lo trata de mogólico?
Esa discapacidad para todo modo de diálogo ha derrapado en esa catarata de medidas del último decreto de necesidad (DNU) y urgencia anunciado. Dicho DNU es, en su conjunto, sin base jurídica ni constitucional que lo sustente, un desatino provocado por el modo autoritario y casi procaz con el que pretende manejar su investidura. En campaña amenazó cerrar el Congreso en caso de ser rechazadas sus medidas. Y es que será el caso. En una república existen tres poderes independientes. El Presidente está frente a dos poderes que tienen el deber de observarlo: los ámbitos judiciales y legislativos. De hecho, el DNU debe pasar por una comisión bicameral para tener vigencia legal plena. Hay juristas que sostienen que el mismo instrumento está viciado de origen: un DNU supone una necesidad y urgencia en la medida extraordinaria que se pretende imponer, que, además, debe ser una. Ya se instalaron denuncias de inconstitucionalidad, tanto del DNU “in toto” como de medidas específicas que afectarán a tal o cual sector. Pero en el que emitiera el Presidente existen de todo tipo y color, algunas francamente sin urgencia alguna, como aquella que pretende regular el funcionamiento de los clubes de fútbol. Es la Biblia y el calefón, emitidas sin anestesia con la amenaza (ese fue el tono que usó) “de que vendrán muchas más”.
El estilo del Presidente es el de un autócrata o quizás un emperador —se ha llegado a comparar él mismo con Napoleón— pero la Argentina no es un imperio ni una satrapía. Es una República por definición constitucional.
La respuesta espontánea de la gente fue un estruendoso cacerolazo la misma noche en la que anunció las medidas. La gente —estuve frente al Congreso— se mostraba atónita, indignada, enojada, remisa a esta forma súbita de colonización, diría Habermas, del Estado en la vida social.
Las cartas están echadas. Una vez más es responsabilidad de la ciudadanía en su conjunto estar alertas y atentos a cuanto sucede porque las medidas afectarán cada aspecto de la vida económica del futuro. La derecha siempre, históricamente, nos pide que “hagamos un sacrificio que el próximo año estaremos mejor” ¿Cuántas veces escuchó esas promesas estimado lector, lúcida lectora? Yo la escuché ya una veintena de veces. Y ese año de riqueza y esplendor nunca llegó. La sociedad debe estar alerta porque sabemos que cualquier calamidad que arrojen sobre Argentina podrá salir nuevamente a flote mediante el trabajo, la inteligencia y el sentido de comunidad y solidaridad que existe entre nosotros. Somos un país bipolar. Atravesamos estas tormentas políticas muchas veces: ya sabemos que no vivimos en Suiza. Estuve un solo día en Suiza y, francamente, para vivir como máquinas, me quedo con Argentina. Mil veces.
ALEJANDRO BOVINO MACIEL
BUENOS AIRES, DICIEMBRE 2023
www.alejandrobovinomaciel.webador.es/
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