miércoles, 19 de diciembre de 2007

CULPA DE LOS MUERTOS




"CULPA DE LOS MUERTOS"

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La novela "Culpa de los muertos" saldrá editada por Ínsula de los libros, de Barcelona en este diciembre 2007.


El prefacio de la misma está a cargo del prof. Jorge Carlos Guerrero, de la Universidad de Ottawa:


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Prefacio


Culpa de los muertos se inscribe en la larga tradición de la escritura de la violencia en América Latina. Desde los cantares tristes de los poetas nahuas postcortesianos, los cuicapicque, recopilados en la Visión de los vencidos por el antropólogo e historiador Miguel León Portilla, que se interrogan "¿Adónde vamos?, ¡Oh amigos!..." y constatan abatidos lo acontecido en la conquista: "Y todo esto pasó con nosotros. / Nosotros lo vimos, / nosotros lo admiramos. Con esta lamentosa y triste suerte / nos vimos angustiados", hasta la novela de la dictadura y del exilio, o las diversas escrituras confesionales, la palabra procura representar y así preservar en la memoria cultural el desgarramiento individual y generacional de la violencia política del continente. La literatura de la violencia tiene la tarea de "ponerle palabras hasta lo innombrable," según nos dice el "Personaje" de Culpa de los muertos, mientras se recuerda "con dolor", para parafrasear a Alejandro, el narrador autor, es decir, mientras se hace el trabajo del duelo.
El relato de Alejandro Maciel envuelve al lector en un torbellino de voces que lo incitan a reconstruir un mundo narrativo que oscila entre la evocación de los setenta y la Argentina postcrisis del nuevo milenio. El principio dialógico que rige la novela lleva al lector a cotejar las conversaciones intergeneracionales entre Alex, el narrador, y un joven argentino recién vuelto al país y entre el narrador y su sobrina. Conversaciones que, a su vez, enmarcan otras como la de los amigos desaparecidos en la represión de Corrientes, el pensamiento de un torturador y sus conversaciones con un cura involucrado con el aparato represor, así como las pláticas del personaje y el autor que cuestionan la misma razón de ser de la escritura. De esta manera, Culpa de los muertos no escribe solamente sobre la violencia sino que cuestiona tanto la función de la escritura como la propia escritura de la violencia, es decir, las posibilidades de toda representación del terror. En las charlas tituladas "Sabotajes del personaje al autor," el "Personaje" se rebela e irreverentemente denuncia el mundo caótico que construye la escritura; el autor lo rechaza explicando que con sus intervenciones "Cada vez que aparece, desaparece para el lector" y así hace hincapié en el papel asignado a una lectura comprometida en la novela.
La gran vía de acceso a Culpa de los muertos es un poderoso estilo cuya garra y finura atrapan al lector en "Todos los excesos" de su escritura. Los retruécanos, las citas de versos y canciones, los juegos con la sintaxis y la puntuación, el ritmo exaltado que capta la aguda percepción del entorno de los personajes, el lenguaje de la literatura infantil de la fábula que el narrador le destina a su sobrina por las noches son, entre otros, algunos de los elementos que seducen y sumen al lector en la configuración imaginaria del mundo de la novela .
Culpa de los muertos es también una vía de acceso descentrada a los setenta. La provincia de Corrientes es el centro de un relato que frecuentemente se narra desde el centro cultural y político de las naciones latinoamericanas, del lugar desde donde se irradia el poder de los aparatos del estado. Desde esta perspectiva de las márgenes, los grandes temas de la amistad, la historia, la memoria, la política y la violencia cobran una dimensión inusitada en una escritura consciente del lugar de su confesión y evidente en un implícito doble duelo por un tiempo y un espacio perdidos evocados desde el recuerdo en la ensimismada ciudad de Buenos Aires. No obstante, la evocación del pasado rebasa, como en la mejor tradición literaria, su inscripción magistral en la biblioteca sombría de la representación de la violencia y apela al poder desmitificador del humor y la risa. Culpa de los muertos encierra de esta manera las llaves del placer de la lectura.

Jorge Carlos Guerrero
University of Ottawa

jueves, 22 de noviembre de 2007

PALABRAS ESCRITAS Nº 4 (SERVILIBRO)


Nº 4 de la REVISTA~LIBRO "PALABRAS ESCRITAS" se presentó en la 53º edición de la Feira do Livro de Porto Alegre (RGSul,BR) el pasado 4/nov/07.


Invitados especialmente por Sandra La Porta, coordinadora general de la Feira del Livro de Porto Alegre, viajaron Amanda Pedrozo, Luis Hernáez (Py) y Alejandro Maciel (Arg) a presentar el Nº 4 de la revista~libro PALABRAS ESCRITAS.

Este número cuenta con poesías:

Rodrigo Petronio, Lucila Nogueira, Marco Luchesi, Floriano Martins, Geraldo Neres, Mariana Ianelli, Sérgio Cohn (Br) . Roberto Alifano (Arg) . Norma Segades Manías (Arg) . Pepa Kostianovsky (Py).

Cuentos de: Saúl Álvarez Lara (Col) . Amanda Pedrozo y Luis Hernáez (Py) . Marta Ortiz (Arg)

Artículos y estudios de: Alain Sicard (Fr) . Alejandro Maciel (Arg) . Salma Ferraz (Br) . Jorge Carlos Guerrero (Can) . Carolina Orlando (Arg) . Domingo Aguilera (Py) . Fanny Trainer (Arg) . Juan Carlos Piñeyro (Sue) . Bruno Lopez Pezoldt (Py) . Teódulo Lopez Meléndez (Ven) . José Vicente Peiró (Esp) . Jorge Isaías (Arg) .

Para consultar números anteriores de la publicación:

http://nirepalabrasescritas.blogspot.com/

Envío de colaboraciones: talomac@gmail.com

Las ilustraciones y fotos de tapa e interiores son de Miguel Pencieri. Diagramación de Bertha Jerusevich. Edita Servilibro. Directora Editorial: Vidalia Sánchez.

viernes, 26 de octubre de 2007

ANATOMÍA DE LA MUERTE: la autopsia.

ANATOMÍA DE LA MUERTE
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(O de cómo se hace una autopsia decente a la gente...)

Nota: si es usted extremadamente sensible, necrofóbico/a o le impresiona fácilmente la sangre, le recomiendo que de vuelta la página y lea el siguiente artículo, muy interesante por cierto...

Gente minada por el virus de la curiosidad insana me ha interpelado por allí. Tras la lectura de las notas sobre la autopsia de Napoleón, quieren saber qué es una autopsia, cómo se hace normalmente, (como si alguna normalidad rondara en eso de andar trucidando cadáveres; ¡vaya concepto de la normalidad que tienen nuestros vecinos!), qué tiene que ver esto con las pericias jurídicas y otros enigmas similares. Sospecho que la misma curiosidad morbosa me instigó en otros tiempos a seguir la Anatomía Patológica como especialización médica. Alguna necrofilia encubierta andará fisgando; esos rasgos recónditos son como los baúles del desván de nuestra personalidad, son los que mueven secretamente los resortes de nuestra voluntad y, víctimas al fin, caemos como el Cristo hasta tres veces en el mismo camino aunque sin cruz a cuestas. Antes que nada debo decirles que no cualquiera puede darse el lujo de ser necropsiado. "Necropsia" es más correcto que el vulgar término "autopsia"porque es un prefijo que se refiere a muerte, mientras el sufijo alude a espiar, ver, mirar detalladamente; y una necropsia a fin de cuentas no es más que un espionaje de la muerte.
Primero, es mi deber aclararle que para ser necropsiado antes usted debe hacer el favor de morirse; de otro modo sería un crimen, y aunque algunos cirujanos titulados lo frecuenten, no basta para convertirlo en un respetable acto científico como es la necropsia. Segundo, la comunidad médica debe abrigar dudas acerca de la causa de su deceso. Si ha sufrido un accidente, si falleció de una muerte esperada(aunque siempre inoportuna) o todos saben por qué usted terminó feneciendo, no puede ser necropsiado. Las llamadas "autopsias forenses" son un remedo sin remedio de la verdadera necropsia; los peritos se conforman con escarbar en la parte del cuerpo donde se alojó el proyectil hasta extraerlo, como gustan decir. Que es como suponer que los proyectiles, víctimas de la falta de planificación urbana no tienen más remedio que mudarse a su pulmón o hígado para causarle quebrantos en el vecindario.Las autopsias forenses son a las verdaderas necropsias como la manzanita con agua mineral a una cena suculenta en un restaurante de 4 tenedores para arriba.
Tercero, para ser necropsiado usted debe contar con un verdadero patólogo de vocación, un abnegado híbrido entre el galeno y el embalsamador de pompas fúnebres dispuesto a realizar un trabajo que no cualquiera lo hace con arte y encanto. He llegado a conocer verdaderos carniceros con menos industria que Jack el Destripador hurgando en el abdomen de un prójimo que para colmo de males, no se puede defender. Se empieza por tender al interfecto (muerto o muerta) acostado boca arriba como dicen en la campaña, sobre una mesa de aluminio en posición anatómica y antes que se inicie el rigo mortis, que no es más que el endurecimiento muscular que algunos fisiólogos atribuyen a sustancias químicas pero que los antiguos (que de esto sabían) adjudican al pavor que ocasiona al alma el cruce de la laguna Estigia. Estando en esta posición, se hace un corte con un cuchillo (el bisturí se usa para las cirugías; mi querida señora, en este caso ya no hacen falta sutilezas...) desde el mentón al pubis rasgando la piel que sisea como si se desgarrara el tapiz de su sofá. Le aclaro que sangra muy poco: los muertos tienen sus atenciones, no son como los vivos y mucho menos como los avivados. Abierto el cuerpo de esta manera, queda expuesta la parrilla de costillas verdaderas y falsas; sí mi querida señora, en el cuerpo tenemos elementos falsos, cómo sorprendernos que en el alma abunden.... que con una cizalla iremos cortando para dejar al descubierto el corazón y los pulmones. Inmediatamente, se extrae el corazón con todos los sentimientos y rencores todavía tibios recortando como quien poda las cuatro venas pulmonares, la aorta, las dos venas cavas y todo cuanto lo mantenga anclado al pecho. Después, con un golpe seco guillotinamos la tráquea liberando a los pulmones de su celda en el tórax. Recortamos el músculo del diafragma que es como la cúpula de un panteón que separa el pecho del abdomen. Después vamos de nuevo al mentón a recortar la base de la boca para desprender la lengua con todos sus vituperios a cuestas, que se va separando arrastrando el esófago, el estómago que le sigue, el duodeno y los siete metros de intestino delgado con los tres cólones hasta llegar rectoo al recto, que de nuevo amputamos y de este modo podemos apartar toda la masa de vísceras abdominales en una bandeja ad hoc. Luego, nos resta separar el fornido hígado, cuyo tamaño ya nos sugiere qué cantidad de bebidas alcohólicas pasaba por allí normalmente, el inocente bazo de quien estoy seguro usted jamás oyó decir un chisme decente, el tímido páncreas, los dos riñones (suponiendo que no se le haya ocurrido donar uno en vida) que arrastran en su salida a los uréteres y la vejiga. Creo no haber olvidado nada; porque si yo le contara todo lo que he visto olvidarse dentro de los operandos; podríamos llenar el museo que serviría para recordar con omisiones que es mejor olvidar. Desde guantes, tijeras, pinzas erinas, un corpiño... distraídos cirujanos han olvidado hasta sus relojes dentro de las cavidades humanas.
Pero no sigamos difamando al gremio. Continuemos con nuestra necropsia. Ya desiertos tórax y abdomen, pasamos a recortar el cuero cabelludo en redondel quitando el casquete como quien arranca una peluca.Con una sierra eléctrica horadamos la huesa del cráneo en forma de diadema tratando de no dañar el cerebro. Una vez destapada la cavidad, la casi cesárea craneal, extraemos cerebro y cerebelo seccionando el bulbo raquídeo.Está de más decir que nos quedamos con todas las vísceras. Mientras un ayudante vuelve a cerrar lo abierto, a coser lo recortado y obturar lo desopilado, nosotros vamos separando las vísceras y abriendo los tubos o bolsas para ver el interior. La manguera del esófago, una vez abierta, deja ver el brillante interior tapizado por el epitelio. También el estómago debe ser cuidadosamente espiado: ya han visto toda la información que ofreció sobre el finado Napoleón y su úlcera en la curvatura menor. Abrir los sietemetros de intestino delgado y los dos de intestino grueso puede revelarnos desde la existencia de parásitos en forma de gusanos blancos o largas tenias solitarias que acompañaron en vida al difunto, a los temidos cánceres de colon que muchas veces son el casus mortis. De cada pieza se extrae un fragmento, el más dudoso posible, para procesarlo y verlo después con un microscopio. Las vísceras macizas se pesan: el hígado tiene 1.300 a 1.500 gramos, un buen corazón no pesará mucho más de 300 gramos, por nobles que sean los sentimientos del difunto, y el bazo unos 100. Cada una de las vísceras se rebana meticulosamente buscando irregularidades, cambios del aspecto o del color y ante cualquier duda, se recorta un fragmentico para llevarlo al formol y después a la microscopía. Nunca está de más abrir las grandes arterias y sus ramas: se sorprendería de ver cómo abunda la arteriosclerosis de arterias en serie en personas cuyos juicios tomamos absolutamente en serio. También rebanamos finamente cerebro y cerebelo buscando cicatrices de infartos, tumores, deterioros y hasta signos de envenenamiento porque los metales tienen cierta predilección por el tejido nervioso. Todo lo dudoso, se recorta para el microscopio.Ya podemos devolver el cadáver vaciado. La gente necesita funerales y no sería decente de nuestra parte privarlos de una última mirada. Pero las vísceras se quedan con nosotros. Hemos de registrar en un informe sucinto todo cuanto vieron nuestros ojos, pesos, medidas, anomalías, defectos. En una segunda etapa viene el procesamiento del material microscópico. Aumentando unas 1.000 veces el tamaño de un objeto no es de extrañar que hallemos en Liliput lo que no encontramos en la tierra normal de los antepasados. Todas las lesiones infecciosas, tumorales o degenerativas quedan al descubierto bajo la mirada de un ojo multiplicado por 1000.Terminó la sangre, las vísceras y sus enchastres y ha llegado la hora del formol, las acetonas y el tuluol para diluir en parafina los tejidos sospechosos de albergar algún tumor o su colonización, que se llama metástasis. O focos de infección donde se reúnen los gérmenes como en una gran kermesse a maleficio del difunto. Pero lo prodigioso es observar bajo la enfiladas lentes del microscopio cada célula con el tamaño de nuestros dedos. En ese mundo virtual de lentes cóncavos y biconvexos lo infinitamente minúsculo se transforma en la evidencia magnificada de un mapa patológico: la geografía y topografía de las enfermedades que nos llevan a la tumba.Pero también allí; en ese submundo mórbido acecha la maravilla, donde cada célula vuelve a repetir la imagen del universo, que es la misma imagen del átomo y tal vez la del hombre que está a mitad de camino entre ambos.

Muchas gracias: Alejandro Maciel. Asunción, Paraguay, 2004.

jueves, 11 de octubre de 2007

CULPA DE LOS MUERTOS

"CULPA DE LOS MUERTOS"

SERÁ PUBLICADA POR

EDITORIAL ÍNSULA LIBROS,

DE BARCELONA.


La novela "Culpa de los muertos", sobre la Argentina de la Dictadura Militar de los años 70, (especialmente en Corrientes), ya está en trabajo de diagramación en Editorial íNSULA LIBROS de Barcelona.
La historia tiene varios planos; por un lado seis estudiantes de medicina que son secuestrados por las "fuerzas del orden", cinco de ellos desaparecen y nunca más se vuelve a saber nada de ellos, el único sobreviviente cuenta la historia junto a una hermana enferma, en estado vegetativo mientras cuenta historias fantásticas sobre personajes simpáticos (una Madame muy burguesa y convencional, una Comadreja Rosilla inquisidora, un Mosquito Anópheles que es psiquiatra, un Equidna astrónomo y fabricante de armas que quiere conseguir la paz mundial) a su sobrina de diez años.
¿Qué sucedió en la Argentina entre 1974 y 1984? Algunas claves están en las pesadillas, otras en los sueños, otras en la realidad de los sobrevivientes. En todo caso, los errores, según pregonaban los gobernantes son "culpa de los muertos".

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Cuando te pregunten ¿quién es el responsable de toda esta matanza?, diles muy quedo pero muy firme: “culpa de los muertos”. Ellos en su paz ya no se pueden defender y a ti te dejarán en paz con ellos. Ese es el catecismo del cementerio, hijo. No hay más preguntas.


Corrientes, Argentina de los fines de los 70. Un grupo de estudiantes de medicina buscan las respuestas que los cadáveres en disección no pueden darles en los libros de Proudhon, Marx, Hegel. Las sirenas de los patrulleros gimen a medianoche. Un cura se suicida en la Catedral. Uno a uno van desapareciendo los estudiantes, capturados por la fuerza pública. Sobrevive Alex que desde el recuerdo de la pesadilla está narrando la historia de aquellos tiempos de sangre a un muchacho, hijo de diplomáticos que vino a la Argentina después del desastre. En el recuerdo se mezcla la historia de una fauna política que está detrás de los laberintos del poder, (una fábula que Alex cuenta cada noche a su sobrinita) que tiene algo de absurdo, de ironía, de burla a nosotros mismos. Un nonsense que tiene todo el sentido que tiene la vida.

domingo, 2 de septiembre de 2007

"Palabras Escritas" en la Feria del Libro de Porto Alegre 2007

El NIRE y la revista~libro "Palabras Escritas" en la Feria del Libro de Porto Alegre 2007.

El NIRE (Núcleo de Integración Regional de Escritores) estará presente por primera vez en la Feria del Libro de Porto Alegre los días 4 y 5 de noviembre a través de los escritores Alejandro Maciel (Argentina), Amanda Pedrozo y Luis Hernáez (Paraguay). El día domingo 4 la actividad estará centrada en la presentación de los Nº 4 y 5 de la revista-libro “Palabras Escritas” que se plantea como un “diálogo entre Brasil e Hispanoamérica”. El día 5 se desarrollará un panel sobre estrategias prácticas para el intercambio literario-cultural entre Brasil e Hispanoamérica.


Data: 4/11 às 16h no Arquipélago no Centro Cultural Erico Verissimo
Literatura, Cultura e integração
Participantes: Alejandro Bovino Maciel, Amanda Pedrozo, Luiz Hernáez, Dilan Camargo, Charles Kiefer y Salma Ferraz.(Autores brasileiros, gaúchos envolvidos com o tema proposto)
Presentación de la revista~libro “Palabras Escritas” (300 páginas) Nº 4 y 5.
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Data: 5/11 às 17h na sala O Retrato no Centro Cultural Erico Verissimo
Estratégias práticas e propostas concretas para
o processo de integração em literatura entre Brasil e América Latina.
Participantes: Alejandro Bovino Maciel, Amanda Pedrozo, Luiz Hernáez, Coordenação do Livro do Ministerio da Cultura, Jeferson Assumção , Representante da Câmara Rio Grandense do Livro e Associação Gaúcha dos Escritores.

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Sandra La PortaAssessoria de Programação Feira do Livro Porto Alegre.55 51 32255096Fax 55 51 32864517www.feiradolivro-poa.com.brwww.camaradolivro.com.br

martes, 7 de agosto de 2007

DOM PRÓSPERO BOVINO

"DOM PRÓSPERO BOVINO"

Nueva novela: "Dom Próspero Bovino"

He decidido, al fin, un acercamiento a mi propia historia. El hombre, más que un ser social, es un ser histórico.

Argentina 1910, fastos del Centenario arriba el buque "Forza del Destino" al puerto de Buenos Aires, en él viene una familia de inmigrantes de Potenza. La miseria, la peste, las persecusiones políticas y la promesa de L`América feliz de Eldorado empuja a los prófugos a un nuevo destino trazado entre Montevideo, Concordia y Concepción del Uruguay. La desdicha de "Forza del destino" machaca una y otra vez sobre tres familias signadas por la desgracia de una siesta interminable en el fulgor de la tierra prometida.

Alejandro Bovino.

lunes, 6 de agosto de 2007

NUEVA NOVELA. DOM PRÓSPERO BOVINO

DOM PRÓSPERO BOVINO

Es la nueva novela en la que estoy trabajando: la historia de un inmigrante italiano venido de Potenza que llega en el barco "Forza del Destino" con tres familias al puerto de Buenos Aires a principios del siglo XX con el marco del Centenario, los feudos de la Generación del 80 y la promesa del oro de "L´América". Buenos Aires, Concordia y Concepción del Uruguay serán las patrias de este expatriado de la vieja Europa. Tres familias seguirán una veterana tradición de la Basilicata: no ser felices. La desdicha de esas tres familias son La Forza del Destino, todo enmarcado en la ópera de Verdi.

Alejandro Maciel.

DOM PRÓSPERO BOVINO

DOM PRÓSPERO BOVINO

Nueva novela en la que estoy trabajando; las historia de un inmigrante de Potenza que desembarca en la Argentina de principios de siglo XX con tres familias, desde Concordia a Concepción del Uruguay las miserias y las grandezas de la inmigración del sur italiano en "la América" de la generación del 80. Una historia conocida....

martes, 10 de julio de 2007

पलाब्रस अ ला एतेर्निदाद

¿Cómo एस पोसिब्ले कुए उन डोस इन्मतेरिअल देबा उसर लॉस मनोस परा फक्टुरार एल उनिवेर्सो?, से प्रेगुन्ताबन कों सिएर्ता lógica लोस अनाकोरेतास देवेनिदोस neoplatónicos य अरिस्कोस अ ला आईडिया दे ला creación दिगितल. सं ग्रेगोरियो दे निसा य Agustín दे हिपोना विएरों इं एल देदो दे डोस उन metáfora ओ alegoría देल इन्विसिब्ले, कामो लो विव बेडा एल वेनेराब्ले. सी ट्रेस औदगुस्तोस teólogos कोम्प्रेंडेरों एल मिस्तेरियो इं फोरम दे poesía, डॉस पोएतास कन्विर्तिएरों इं वेर्सोस लॉस तोस्कास देस्क्रिप्किओनेस् दे उन डोस कों देदोस, uñas य मेताकार्पोस मोदेलान्दो एल मुन्दो देस्दे ला नादा. केद्मों इं एल सिग्लो वी य मिल्तों después इं एल लिब्रो वी देल Paraíso पेर्दिदो नोस देस्क्रिबें उन क्रिस्तो कामो मेस्त्रे masón त्रज़ान्दो कों उन ग्रां compás लोस límites एन्त्रे ला लूज़ य लॉस तिनिएब्लास, एन्त्रे एल उनिवेर्सो य ला नादा परा पोब्लार्लो después दे ruiseñores, अकासिअस य alimañas.

domingo, 17 de junio de 2007

EL TANGO Y EL CHAMAMÉ

LA IGUALDAD DEL CAOS: LA ETERNIDAD DEL TANGO
Variedades de la eternidad según la medida que adoptamos, como ya lo sospechaba el finado Protágoras, primer postulante del homo mensura según mis seguimientos. Nunca dejaré de recomendar en este mundo u otro la deliciosa lectura de Diógenes Laercio: “Vida de los filósofos más ilustres de la antigüedad” les juro por mí mismo que disfrutarán el humor que alfombra la lectura de los cruzados pensamientos de los hombres y mujeres más relevantes de la Grecia Clásica.

1) LA INDIGENCIA LITERARIA DEL CHAMAMÉ.

Hemos estado planeando por encima de lo cotidiano. Reconozcamos que no vivimos entre ángeles, metafísicos, ontólogos y teólogos. Nuestro mundo se acomoda más a las trivialidades de una taza de café por las mañanas, el periódico donde se nos puede engañar descaradamente (y conste que pagamos por ello), el trabajo, los domingos por la tarde y las medialunas. Antes de proseguir me gustaría detenerme un momento en la eternidad verbal del tango en contraste con la penuria intelectual de las letras del chamamé que vendría a ser mi identidad geográfica. Nunca alcancé a entender del todo qué es ser correntino y las diferencias intrínsecas que debería exhibir respecto de un afgano, un maorí, un marsellés o un canadiense. Si dejásemos en suspenso fenomenológico el color de la piel, la estatura o el arte culinario poco queda de esa diferencia intrínseca: todos comemos, dormimos, trabajamos para vivir, soñamos y tal vez canturreemos alguna melodía cuando nos sentimos píos o desdichados. Se me opondrá el idioma y allí reconozco que deberíamos detenernos; más allá de los accidentes fonéticos la construcción cultural del idioma delimita y determina el campo semántico que es el continente del universo simbólico; pero entonces, al ser el español mi idioma materno, paterno, el de mi cuñado, tías y parientes en nada debería diferenciarse un correntino de un valenciano, mejicano, dominicano, madrileño o filipino.
Considerando la dimensión del mundo que delimita el lenguaje, quiero recordar una observación que recientemente me vino en sueños. Alguien, entre la bruma de imágenes confusas de una pesadilla me maltrató porque “siendo correntino, escuchaba tangos”. Al despertar, la supuesta traición musical seguía dándome vueltas en la cabeza y como hago siempre en estos casos busco la salida racional para escapar de la prisión de la culpa. ¿Por qué siempre recelé del chamamé, el rasguito doble y el valseado que fueron las músicas que acunaron mi feliz niñez? Me detuve a pensar que salvo excepciones que no hacen sino confirmar la regla, (Teresa Parodi es una de ellas) ¿qué puedo encontrar en el chamamé que proclame y retenga mi débil atención aturdida por el tumor? Repasemos algunas letras de conocidos temas. Una de ellas dice “La vestido celeste todas la llaman y para ella va mi canción” obviamente despierta un nulo interés en mí estas cuestiones cromáticas del vecindario. “En Bañado Norte tengo el rancho que te ofrecí, allí justos los dos, en mi Taragüi, volverá a renacer el cariño que te di”, ahora la ubicación del inmueble parece determinar la felicidad de los enamorados, cosa que me parece estupenda pero en nada me implica, quieran los dioses que sigan felices en cualquier bañado pero honestamente poco me interesan los domicilios de las parejas. Otro tema clásico “en el Puente Pexoa, querida del alma no existe el dolor”. Ignoro qué virtudes analgésicas tendrá el famoso puente pero no conmueve mis sentimientos esta preposición afirmativa de la que por otra parte dudo. Tal vez no exista para el inspirado enamorado pero si alguien con una artritis reumatoidea cruza el Puente Pessoa no creo que deje de sufrir. Por otra parte, según José Carlos, ni jazmineros ni orquídeas en flor, el polvoriento camino rumbo al Puente Pexoa está plagado de malezas y maleantes. Ni el archifamoso Kilómetro 11 se salva de mi iconoclastia correntina. “Sólo hay tristeza y dolor al hallarme lejos de ti, culpable tan solo soy de todo lo que he sufrido por eso es que ahora he venido a implorar tu perdón” es una traducción algo precaria pero que no trastorna del todo el fondo de la misión masoquista que predica el autor. ¿Alguien puede encontrar atractivas estas puerilidades? Tal vez la música se salve a sí misma pero entonces habría que silenciar a los cantantes, lo que no es tan mala idea considerando que uno escuchó alguna vez esos lamentos caninos de las siestas en el programa “Pampa y cielo” que desde su origen traiciona la tradición ya que Corrientes no está en La Pampa. Los letristas del chamamé no parecen haber conocido la poesía y como si fuese en un juego de naipes marcadas, la sortean a cambio de versificaciones visiblemente impostadas como las que acechan detrás del Homenaje a las Malvinas: “la estepa cubre la superficie de este terruño”, nos insta a preguntarnos, ¿entenderá doña Celia, que está sentada bajo un lapacho tomando mate el significado de “estepa”, “terruño” “pendón” y otras bravuconadas de diccionario Peuser que asesta el autor de estos malogrados versos? Cuando se quiere parecer ingenioso, se recurre a terminología rimbombante porque lo desconocido sirve de ocultación. Para decirlo en otros términos, los malos autores se esconden detrás de palabras difíciles lo que difícilmente los salve de ser malos autores. Por alguna razón que ignoro pero convendría indagar, las letras del chamamé (salvo escasa excepciones) no pasan de ser simples descripciones geográficas, rurales o costumbristas. Veamos la letra de Pedro Di Ciervi “El sancosmeño”. “Señores yo soy / el sancosmeño / un hombre formal / a carta cabal / también servicial / y sin interés” ignoro por qué usar ese lenguaje financiero y crediticio para contarnos algo tan intrascendente pero debo reconocer que E. Duarte lo superó con “El mapa de mi Corrientes” especie de cartografía musical a escala: “Qué cosas lindas tiene mi provincia / Corrientes, Caseros, Goya, Curuzú, / Libres, Virasoro, Loreto, Mercedes, / Concepción, San Cosme, Cofre, Yapeyú…” en esta enumeración agota el mapa de Corrientes en una lección de geografía inesperada para una peña. En “El dominguero” Oscar Valles reitera el recurso pero esta vez describiendo minuciosamente la indumentaria del hombre de campo como en una propaganda de los viejos almacenes de ramos generales: “Me voy pal pueblo con mi pilcha dominguera / camisa blanca, bombacha negra, / de alpargatas (sic), faja roja corralera / haciendo juego con mi cinto e`yacaré. / Allí me espera mi guainita enamorada / pollera verde, blusa floreada” y para no seguir martirizando al lector con estas proezas geográficas, textiles y castrenses (demasiados chamamés glorifican nuestras malogradas militadas comparándolas con las campañas de la Independencia) me limito a citar algunos títulos de letras que desaconsejan el resto de la cantata:
1) Quiero casarme con vos. 2) Retorno chamamecero. 3) Quiero calmar mis antojos. 4) Si te digo que no te extraño, te miento. 5) Tenés otro dueño pero igual te quiero. 6) Te deseo mucho y eres mi amiga 7) Te quiero mucho pero no te perdono. ¿No nos recuerdan estas frases los mensajes que nuestros adolescentes envían a través del chat o el celular? ¿No soy igualmente anodinas, simplificadas convencionales y vacías? ¿No suenan a impostura? Con razón don Isaco Abitbol recelaba de las letras y se dedicaba a fondo a la música, igual que don Tránsito, E. Montiel y los grandes fundadores del chamamé. Pocas veces cometieron la imprudencia de hacer lo que sospechaban que no sabrían resolver con la misma solvencia con la que componían sus músicas. Desgraciadamente delegaban el trabajo de escribir en amanuenses alquilados, y es sintomático que poesía y música pocas veces se hayan dado la mano en Corrientes. No he escuchado temas de David Martínez, Gordiola Niella, Odín Fleitas y tantos otros poetas con oficio con música de los grandes maestros. Miro el Brasil y el panorama es totalmente diferente; de hecho, en los bares de Río se juntaban músicos y poetas y de allí nació la bossa nova. Que con palabras simples va más allá de los atuendos, los puentes milagrosos y la toponimia. Plugo a los dioses que ese milagro se produzca de una vez en Corrientes para bien de la música, de la poesía y del pensamiento de la gente que de la trivialización se invite a pensar con profundidad el sitio que ocupa en el universo.
Alejandro Maciel.




LOS TRES MOVIMIENTOS DE LA POESÍA

El escritor naturalmente tiende a reproducir en palabras lo que observa en su mundo; este movimiento natural está siempre en los inicios de la expresión. Analizando una letra de chamamé, cualquiera, no se nos pierde de vista este aspecto descriptivo que predomina en casi todas. “En tus veredas, aromas de azahares que perfumaron mi loca juventud” aquí se reúnen memoria y aroma. “En noches primaverales, al reflejo de la luna dibujada en la laguna, cantaba mis madrigales”, “Cuando en verano el jazminero, vuelca su aroma sobre el jardín”, “Los gurises, en la costa qué lindos son, melenita despeinada sonrisa al sol. Puerto Sánchez es un paisaje, donde el cielo azul bajó”, “Oh pago viejo cuánto te añoro, sendero largo camino del arenal, junto al estero del agua mansa”. Sería ocioso continuar esta galería de pueblos descriptos minuciosamente con paciencia forense; cualquiera puede comprobar fácilmente lo que afirmo atendiendo las letras de los temas más conocidos.
En un segundo momento de la poesía el paisaje exterior se refleja en el interior por medio de emociones, sentimientos, evocaciones cargadas de significaciones. Es como si el artista incorporara la geografía o la sociedad en la que vive y nos la devolviera envuelta en su propia visión, rodeada del misterio de lo ajeno. En este segundo plano de la poesía el paisaje deja de ser real para convertirse en un pretexto que sirve al escritor o la escritora para desnudar su mundo interior cargado de ecos y reverberaciones. En letras de canciones más elaboradas se puede leer, por ejemplo, “De allá ité, donde la noche poriahú[1] no tiene penas”. El autor está transformando a través de su mundo interior las palabras con las que quiere describirnos algo inédito de las noches de allá ité (allá lejos). En este otro ejemplo creo que se puede ver más claramente el proceso: “se duerme tu cambá bolsa borracho con vino dulce de guaporú”. Creo, si no me equivoco, que los versos son de González Vedoya.
En un tercer paso el paisaje geográfico y humano en las resonancias internas del autor vuelven a dar un giro sobre sí mismas para investirse de poesía por medio de recursos que aunque los describamos con la frialdad de un entomólogo despanzurrando langostas, jamás podríamos llegar a transferir la emoción que implican: ¿qué nos dicen si no aliteración, metáfora, metonimia, paranofrasia, metadiégesis? Dicen poco o casi nada salvo que entre en el campo de los expertos, pero al común de los mortales les suenan a tecnicismos cuando no a pornografía. En esta tercera etapa nace la poesía en toda su actualidad y no como estado potencial en las dos fases anteriores. Para ejemplificar, el archivo chamamecero me resulta estrecho, la falta de coalición inteligente entre músicos y poetas decayó en indigencia en nuestra zona: tenemos por un lado música de jerarquía como la de los hermanos Flores y por el otro un contenido poético menesteroso que desmiente el nivel musical. Vayamos al tango porque aunque se pueden separar estos dos niveles (música y letra) cuando entre ambos se da la unidad tan esperada impregnan lo íntimo de cada uno con la fuerza de gotas de oro cayendo en un estanque de cristal. En el tango “A Homero” escribió Cátulo castillo “Eran tiempos de cercos y glicinas / de la vida en orsay y el tiempo loco / Tu frente triste de pensar la vida / tiraba madrugada por los ojos”. ¿Se puede describir un hombre atribulado con tanta precisión como pocas palabras? Empieza con la evocación nostálgica del barrio que ya no es, del tiempo devorado por el tiempo y después en ese mínimo retrato de Homero Manzi el poeta que nos lo venía escatimando, lo devuelve eterno. Podrán pasar siglos pero la lectura de estos versos seguirá envuelta en las sugerencias de un significado que va más allá de lo que enuncian. En “Garúa” el poeta Enrique Cadícamo describe una típica noche de invierno porteño, el frío, el viento, las calles solitarias “y en esta noche tan fría y tan mía / pensando siempre en lo mismo me abismo / y aunque quiera yo arrancarla o olvidarla / la recuerdo más”, hasta aquí nos acompaña ese segundo momento en el que el ámbito exterior (la noche de llovizna) y el interior (la soledad) se confunden e identifican; pero Cadícamo da un paso más. Describe su lento caminar por la acera, compara su corazón con una tapera a la que el olvido de la mujer que ama atravesó abriéndole una gotera. No olvidemos que afuera, en la calle sombría de invierno, está lloviendo también. En ese momento Cadícamo inviste la música de poesía: “Garúa, / tristeza, / ¡Si hasta el cielo se ha puesto a llorar!”. Podrán pasar los años transformándose en siglos y milenios pero mientras haya una sola criatura como la humana, sensible a la humillación, el desprecio y el abandono, estos versos seguirán diciéndole exactamente lo mismo que nos dicen hoy a todos nosotros. ¿No es eso acaso la eternidad? ¿El tiempo inmóvil? ¿El arte, que no muda como la materia de la que está hecho? Tratemos de explicar por qué estos inquietantes versos de “La última curda” de Cátulo Castillo, nos dejan una impresión extraña de atravesar la nebulosa de una borrachera? “¿No ves que vengo de un país / que está de olvido, siempre gris, / tras el alcohol…?” En “Desencuentro”, el mismo Cátulo Castillo en una agobiante confesión de pesimismo no alcanza a describir el ambiente porque la poesía se impone: “¡Qué desencuentro! / Si hasta Dios está lejano, / Quisiste con ternura / y el amor te devoró / de atrás, hasta el riñón, /se rieron de tu abrazo / y ahí nomás / te hundieron con rencor / todo el arpón. / Amargo desencuentro / porque ves que es la revés / creíste en la honradez / y en la moral, ¡qué estupidez!, / por eso en tu total / fracaso de vivir, / ni el tiro del final, / te va a salir” ¿Puede alguien denunciar con tanta profundidad la traición, el desengaño, el conflicto entre el bien y el mal, entre el deber y el hacer? ¿Puede perder vigencia esta inventiva feroz? Tal vez sirvan para sanar tanto pesimismo los versos de Homero Manzi en “De barro” “Y hoy que no vale mi vida / ni este pucho de cigarro / recién sé que son de barro / el desprecio y el rencor / vuelven tus ojos lejanos / con el llanto de aquel día / pensar que puse en tus manos / una culpa que era mía”.
Los verdaderos poetas del tango reniegan de las descripciones pintorescas, saben que los vestidos celestes y las pilchas domingueras y las orquídeas en flor son simples detalles ornamentales de los que pueden prescindir porque no les interesa enviar postales turísticas para describir su mundo. ¿Será que el mundo del arrabal porteño es mucho menos simple que los naranjales correntinos? ¿O será que el arrabal encontró su voz en escritores y escritoras que supieron traducirlo en poesía sin necesidad de tomar por asalto el diccionario Peuser? Busquen una sola palabra extraña en los fragmentos que les facilité y no la encontrarán. Con la simplicidad de la verdad, nos dijeron las cosas más crudas y más sublimes. Y esto desafiará al tiempo, al desgaste, a la usura de los siglos. Seguirá teniendo un significado dentro de mil años cuando haya un ser sufriendo o maravillándose. Los atuendos, las carretas, la toponimia correntina, el amorío banal de los nuevos conjuntos chamameceros pasarán con el tiempo, porque están hechos de una sustancia endeble que no resiste las comparaciones con la verdad de la poesía. Con esas versificaciones, glosas y palabras atadas que tejieron los amanuenses del chamamé se cumplirá la profecía de Cadícamo: “Muchachos, todo se lo ha llevado el almanaque, / todo, todo ya se fue…” No resistirán la ordalía del tiempo o quedarán como esos fósiles prehistóricos expuestos al público como objetos de distracción.
El tango está en la eternidad inmóvil, ya nunca nadie podrá devaluar su forma; por desgracia nuestro chamamé (recuerden que siempre estoy refiriéndome a las letras) se quedó en el camino y será arrasado por el paso del tiempo que no perdona héroes ni traidores; todos sucumben en el tormento de su cruz. Todo se lo llevará el almanaque, todo, todo se irá.

Alejandro Maciel. (FRAGMENTO DE "LA SALVACIÓN DESPUÉS DE NOE"


[1] “Pobrecita”, lo aclaro porque nadie está obligado a leer guaraní.

miércoles, 25 de abril de 2007

LA PASIÓN, SEGÚN SAN ATEO

Capítulo 1

(novela inconclusa sobre las perversiones sexuales. ¿Usted opina que debería seguir con esto? Por favor respóndame con sinceridad. A.M. Gracias). .




HABÍA UNA VEZ.....







“El entendimiento, como el ojo, aunque nos hace ver y percibir todas las cosas, no tiene noticias de sí mismo”. John Locke, “Ensayo sobre el entendimiento humano”, introducción.



















PORTADILLA

De cómo hay una íntima unión entre Corrientes, Buenos Aires y Asunción.; insospechada para la mayoría. De por qué el autor no puede dejar su profesión de psiquiatra ni Turio de Jesús puede dejar de ser el personaje, atrapados como están en la maraña de la historia. De cuando llegan tres travestis (la Coiffure, la Capona y Déborah) al Hotel Neil de Asunción, donde las recibe la Dueña muy preocupada porque hace dos horas está esperando el profesor Octavio su transformación en Marla, la fatal. De qué manera y paso a paso el circunspecto profesor Octavio se convierte por obra y gracia de la cosmética en la desaforada Marla amparándose en un diálogo de Platón. Desde que salen a la calle a guardar cada una su parada, hasta que se detiene una Land Cruiser con muchachones borrachos que preguntan la tarifa. De la oferta/demanda del mercado sexual. De la inversión de los roles por el principio físico de la indeterminación de las partículas. Una visita guiada al Mercado 4, supercentro comercial frutihortícola-ganadero, de boutiques, lencerías, perfumerías, chacinados y calzados finos de Asunción. De la gente, siempre urgente.


















TRES TRISTES TRAVESTIS TRIVIALES .



En la escalinata del “Hotel Neill” mariposean sombras andróginas desde el crepúsculo. Cuando la Dueña -un viejo marica amojamado, de palidez raquítica y voz de institutriz- se apresta toda neurótica ovillándose los cabellos, la calle Tacuary es un río de barullos, motores, hollín y cláxones. Presagia el ajetreo de las mil y una noches trucidadas una por una con las aspas del desvencijado ventilador de techo del líving-room, que en su traqueteo rebana rodajas de luz y de sombras.
Amarilla, la trompa del taxi se comide aparcando junto al cordón de la vereda, ronronea, tufa, tose carbón; deja colar las voces de las pasajeras que discuten la tarifa del viaje. Se abren las puertas con un clac-clac cuando la Dueña -nerviosísima- junta las manos en una súplica teatral como de santa jesuítica, parada en el vano de la puerta.
-¡Ya vienen, ya vienen las canallas! -dice, abriendo desmesuradamente los ojos como quien ve en sueños su propia defunción.

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COITUS INTERRUPTUS UNO


Turio: A ver, autor. ¿Qué significa esta función de varieté dentro de mi historia?
Alejandro: Su historia es el texto del contexto.
Turio: No me vengas con esa jeringoza semiótica de secundario. A mí, no. Sin mí, no hay novelita ¿sabés?
Alejandro: Quiero decir que antes que hablar de usted están hablando los demás con usted. Supongamos que Turio es el nudo, pero la madeja tiene atrapada más gente. No pretendo escribir su biografía.
Turio: ¿Y qué tienen que ver estos travestis en mi vida?
Alejandro: No me obligue a recordarle que usted visitaba cierto local lleno de locas.
Turio: ¿Ahora somos moralistas también?
Alejandro: No. Cuando abrimos un cadáver nos olvidamos del mal. Buscamos la enfermedad como algo natural, que está a la vista. ¿En la autopsia se descubrió un cáncer? Podemos ser fatalistas y decir que el tumor mató al pobre hombre. O podemos verlo como una carrera entre los tejidos normales y el tejido tumoral. Ganó el cáncer 1 a 0. Eso es todo.
Turio: Seguí con tu historia, loco.

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Toda cubierta, sepulta entre cajas cilíndricas, entreverada al ras de telas que sisean y cuelgan, desembarca la Capona rezongando.
-¡La mierda que sale un ojo de la cara viajar en esta porquería! -putea a diestra y siniestra con un gorjeo chillón y acelerado.
El taxista mira lejos, como a otro planeta; cuando aspira el humo de su Camel, sube la papada rechoncha, traga saliva, tuerce un poco los mostachos sin decir nada -y para colmo, señor, me hiciste saltar todo el camino que tengo las tetas por mi cogote.
-La calle está destrozada -interviene Déborah, que oficia de maquilladora y continúa arrellanada en el asiento delantero gesticulando mientras escarba en su monedero buscando cien guaraníes.
-¡Hay, chicas, se hace tarde! -se desespera la Dueña, toda contrita y manoteando un aleteo como de albatros con el que apura. Compele. Apresura. Urge.
Hace una venia asomando los ojos bajo la mano izquierda para ver mejor. Cuchichea algo para sí misma.
Hecha una tromba, agitadísima y al mismo tiempo oronda, portando una cabeza de telgopor -alto el cuello, modigliniano- que orna una peluca toda bucles y viboreos dorados, desciende del automóvil la Coiffure. Cuando apoya el primer pie en la vereda ya se sabe que su taco alfiler punza el cemento.
Tras los portazos que sacuden el Peugeot -impávido, el taxista sigue fumando- bajan a cual más majestuosa y regia las ‘tres manolas / las que se van al quilombo / las tres y las cuatro solas’ a las que recibe la Dueña en el rellano, acusando con el índice su reloj pulsera y agitando la otra mano, como quien se quema sin querer.

Mise en scène

Todos los viernes el mismo rito: ya suben los peldaños primero la Capona, después la Cosmetóloga y por último la Coiffure, bicéfala. Acuden a un pesebre donde no un Dios será hombre sino un hombre será mujer, madre de todos los dioses. Son tres reinas magas venidas del oriente de los bajos siguiendo la luz de una estrella ilusoria, de neón, trayendo la pericia y el ajuar para la Transformación.
Adentro, nervioso, bebiendo un té de boldo, aguarda hecho un ovillo el profesor Octavio frente a un espejo dorado que enmarca una corona de lámparas de 40 w.
El Asistente de la dueña va y viene convidando un Tranquinal 2 (que no se le niega a nadie), caldo de gallina tibio en su cazuela de barro, vermouth a sorbos y alguna que otra golosina para acortar la espera de las azafatas.

-¡Ya era hora, manga de tilingas! -reconviene el profesor Octavio cuando las ve llegar.
-¡No sabés lo que era el tráfico! -se defiende la Estilista posando su cabeza portátil y empelucada en una consola donde la Dueña apronta el arsenal para el vituperio de las formas.
-¿Empezamos el montaje? -inquiere, toda asustada.

Primero despojan la indumentaria del docente: la camisa blanca, la corbata azul, los pantalones de línea italiana, las medias, los mocasines, el anatómico blanco.
Prestas, solícitas, empiezan la conversión. Con la pinza digital -índice y pulgar- la Cosmetóloga ata un nudo gordiano que ahorca el glande del Profesor. Aplasta los testículos entre las piernas contra el perineo, jala del pene que agarrota una piola y lo cruza por el puente de las nalgas; ata el extremo del pájaro fláccido a un cinturón de Hipólita que la Estilista ciñó silbando polkas mientras la Capona, disimulando, peinaba una falda de seda.
-Ya está -avisa la Experta- escondida el arma que delata; esto quedó más liso que una concha de verdad. ¿Quién se podría montar con un falo malo, duro como un palo?
De una bolsa de hule tironean cinco medias bucaneras de nylon. Le enfundan las piernas depiladas al Profesor. Le enciman una tanga que en el orillo lleva pespunteado un hilván de encajes negros.
Con un refajo elastizado marca “Sehorinha” le hunden una cintura. La Estilista -toda neurótica, mordiéndose las uñas- rellena un par de soutiens con trapos. Con hilachas. Con torzales y estopa completa la teta.
De una alacena hindú taraceada -tigres beben al lado de palomas en un oasis de palmeras- hurgan potiches. Destapan, a cual más alborotada, los cachivaches. Con un emplasto pálido le untan la cara que blanquean íntegra borrando las cejas para volver a trazarla con un fino lápiz florentino, una pulgada más arriba y onduladas, a lo Marlene Dietrich.
Dibujan labios carnosos con un delineador color ladrillo y los rellenan a base de rouge que rutila como un frasco de cerezas. La Embellecedora, luego de rascar en su cartera, poniendo los brazos en jarra indaga:
-¿Ya estuviste tocando otra vez mi neceser, maldita negra? -mirando fijamente a la Coiffure- después una se vuelve loca buscando las pinzas de cejas, los invisibles, y las limas que me trajo el chino de Jon-Con.

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INTERRUPTUS DOS



Turio: Perdón, no quiero interrumpir pero...
Alejandro: Pero interrumpe. Irrumpa sin alharacas, discretamente; tan disimuladamente que no se le oigan las pisadas. Pase inadvertido entre las páginas. Hágame caso.
Turio: ¿Para qué? Me querés usar de comparsa para tu circo, loco.
Alejandro: Yo no escogí esta historia, ella vino a mí. Usted es el pretexto del texto. No se dé demasiada importancia. Nada es importante en la narración, el tema, menos que menos.
Turio: ¡Estás haciendo lo imposible para que el autor se quede con la parte del león!
Alejandro: El autor ya desapareció antes de empezar a escribir. Si no puede restarse, es mejor retirarse. Cuando el autor está visible, la obra es invisible. Siempre es el reverso. El autor autista hace su auto de fe siendo invisible. Las mejores obras han sido hechas por manos invisibles, sino, fíjese en el mundo.


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-¡Yo no toqué nada!
-¡Ndera sore! -clama la Capona- ¿por este engomaje picó pelean? -sacude en el aire una ampolla de vidrio.
Afanosas, rodean los párpados con un arco de mucílago. Aplican un par de pestañas negras -prótesis capilares- que Octavio, al parpadear, apantalla. Aletean dando círculos alrededor del Transformando; si una barniza los pómulos con una laca magenta otra le aplica un perlado iridiscente en los lagrimales. Si la Estilista la toca con el casquete cuyos bucles sujeta por medio de una vincha de tafetán negro, la Capona -excelsa- le desliza uñas de carey mientras supervisa -de paso- el proceso de afeites que la Experta, frunciendo los labios de tan concentrada, retoca con un pincel de pelo de marta, davinchesca a más no poder.
-¡Ya siento! ¡Ya siento la transfiguración! ¡Sube como una fiebre! -el Docente, cargado de tribulación menea la cabeza como un energúmeno sometido por demontres rijosos.
-¿Te falta mucho, Eduarda? - con insidia, la Capona, mirando de reojo.
-¡A la pinta! -se ofusca la Cosmetóloga ocupadísima en alumbrar un rincón del mentón para restar volumen- ¿qué picó tanto apuro?
-¡Ya me voy sintiendo Marla! -dice el poseso, en trance ginecológico.
Tiembla de emoción cuando en el espejo ve el revés de su persona doblemente invertida. Ya se le avienen sus lacayas con preseas -en simétricas perlas negras, se enroscan, lujuriosos, dos ofidios-, con perifollos de bijôuterie, con gemas ensartadas. En un santiamén queda hecha una emperatriz.
-¡Cada vez estoy más mujer! -reconoce la Impostora-. Ahora quiero que me pintes un buscanovios sobre el labio.
-¿Seguro pa? Mirá que está demodé total.
-No importa. Yo quiero ser una chica del ’60.
Y aplica nomás el lunar que reniega del tiempo. Que devuelve de un golpe la época de los vestidos a-go-gó, las pelucas pelo-de-virgen, el rimmel para los ojos de Cleopatra, la música de “Los Iracundos”.
Para ocultar el gaznate difamador no hay como una buena gargantilla de terciopelo. La centra un camafeo: sobre gules destaca el perfil ebúrneo de María Antonieta. En las muñecas, ajorcas de plata y pulseras con dijes. De las orejas bajan argollas y peces diminutos tan quisquillosos que al solo contacto campanillean. En los guantes de raso se ofusca un falso rubí. En el pulgar, destella un cintillo de strass.
-¿Dónde picó pusiste los sus zapatos? -quiere saber la Capona que en el trajín se ha despeinado y luce lo mismo que una pordiosera.
-¡No me molestes! -ordena la Perita- busque por ahí y déjese de joder.
Sale la Auxiliara maldiciendo en tres idiomas, zarandea cajas de cartón, pone al revés cubículos y escriños. Con ahínco propio de maníaca, vacía estuches. Envases repletos de indumentos, invierte y revuelve. No conforme, sacude el equipaje de la Experta regando el piso con Lancôme y Miss Ylang.
-¿Qué hago yo con esta desgraciada? -maldice la Técnica, clavándole la mirada a la Capona, totalmente salida de sí, furiosa.
-Disculpá, mi reina- ruega la otra, y se tira en el piso a recoger pastas y untos.
-Un fulano -dice la Simuladora ajustándose la peluca rubia- escribió hace mucho tiempo que en las épocas antiguas la gente era redonda porque cada uno era dos, macho y hembra a la vez. Si uno usa un solo sexo siempre está insatisfecho. Siempre le falta algo. Siempre, rengo, tuerto o manco. ¿Por qué?, digo yo. ¿Por qué?
-¡Quedaste preciosa, mi reina! .¿Qué decía el antiguo ése?
-¿Qué te gusta más, ser hombre o mujer?
-¡Qué pregunta, mi reina! -clama toda transida la Capona poniendo un puño en el pecho, y oscilando suavemente la cabeza, confiesa-: yo soy pura mujer.
-¡Pero naciste hombre, mi amor ! -la Estilista hace la objeción soltando los bofes con la ponzoña.
-¡Pura casualidad !
-¡Puta casualidad! -corrige vehemente la Dueña, sufriendo también el martirio masculino.
Salen a la calle las amujeradas. Totalmente montadas. Van por Haedo y cantan despacio a ritmo de bolero “por las veredas / de La Encarnación / hay una puta / en cada rincón”. En una ochava, sucio y clisado, cierto borracho las mira desde su moridera. Siguen su travesía los mofrados tic, tic, tic, puntiagudos, ocho tacos enviciados de calle. Se aposta cada una en su parada.
Frena una 4 X 4 que el encerado hace irreal de reflejos oscuros en lo oscuro. Desde adentro los cambamberos escupen insultos con latas de cerveza semi vacías que en la caída trazan un círculo de espuma. Se detiene un sedan blanco.
-Hola. ¿Cuánto cuesta una buena mamada con esa boca, mi reina?
-Diez mil guaraníes. Odara.
-Apuráte na, subí que estoy caliente.
Marcha el Toyota raptándose su sabina. Busca la calle cortada donde asombran dos lapachos que el viento suavemente insinúa. En un instante se trenzan en la cabina, hechos una coyunda de bajar braguetas, deslizar slips, untar con saliva los cabos genitales. En sacudones tironean elásticos, el nylon de la lencería chista contra la carne erizada. La humedad asordina los roces. Así mamita, seguí moviendo. Hay un pozo profundo por el que caen, convictos del mismo deseo. Hondos, los suspiros. Después, entre el humo y la piel, los cigarrillos parpadean.
-Ahora te toca ser hombre -dice el cliente. Vuelta a quitarse la ropa.
Y así, sucesivamente.....

sábado, 7 de abril de 2007

LA FUNDACIÓN DEL PURGATORIO


En la pesada noche del 14 de agosto del año 599 el papa Gregorio El Grande escribía al patriarca de Constantinopla, en la Basílica, a la luz de una alcuza, cierto rescripto referido a las bondades de la vida celestial acuciado por un dolor de muelas que le causaba insomnio. Gregorio fue el compilador de las “Antífonas” que se cantaban en las liturgias de las catacumbas y que la incuria del tiempo fue deshojando para que algún día naciera el canto gregoriano. También escribió una reflexión sobre el Libro de Job en la que rescata esta sentencia de las Escrituras que conviene retener: “en la felicidad, no olvides la desdicha; en el dolor, no olvides la felicidad”[1]. Fue electo Papa en el año 590 y falleció en el año 604. Sostuvo Roma cuando el Senado ya había desaparecido y la Iglesia no estaba lo suficientemente organizada para administrar un municipio; pactó en nombre de Roma con las hordas lombardas. Se ocupó de los acueductos, el empedrado, la escasa iluminación, la provisión de cereales (que gestionó ante Nápoles), la justicia terrena y la defensa de la urbe aplicando como Sumo Pontífice (cargo que significa “el mayor constructor de puentes” para que veamos que si el Cielo nos dio ríos, también nos proveyó de ingenieros para sortearlos) todo lo que había aprendido antes como prefecto de Roma.
Un Papa desvelado por un simple dolor bucal, reconozcámoslo, es un verdadero martirio íntimo, secreto a la propaganda. El Obispo de Roma pensaba con dolor, ya que estaba condolido, en las almas de filósofos griegos y judíos ilustres que por haberse privado del bautismo, que es como decir por dejar de darse un baño, estaban condenados a ser huéspedes de su enconado enemigo Satanás. ¿Quién no se sentiría legítimamente atribulado sabiendo que espíritus insignes como Séneca, Aristóteles, Salomón, Moisés, Platón y sus secuaces Porfirio y Plotino, los ejemplares estoicos, el emperador Marco Aurelio, Alejandro Magno, Ciro, los ingeniosos Dédado e Ícaro, Pericles, Artajerjes, Idomeneo, quién sabe qué inmensa legión de chinos e indios arderían para siempre en las llamas del Infierno? En la noche cerrada por álamos y la canícula agobiante, un viento repentino proveniente de la amplia ventana abierta al cielo desparramó los manuscritos. Era el batir de alas del Espíritu Santo que venía en su auxilio dejando caer una pluma blanca (cálamo) para escribir con ella el decreto mediante el cual quedaba oficialmente inaugurado el Limbo y su sucursal adyacente, el Purgatorio. Al Limbo irían a parar desde entonces las ánimas inocentes cuya única privación fue haber nacido antes de tiempo, es decir antes de Cristo. Esa misma noche (a qué esperar más, a ver si todavía Satanás conseguía persuadir por el mal camino a gente tan declaradamente bienaventurada) deportó por decreto a un listado de sabios, científicos, pensadores, gobernantes, ministros, sacerdotes judíos y escritores de toda la antigüedad clásica. Al Limbo fueron a parar en ese mismo instante cumpliendo las disposiciones de Cristo cuando dijo a su primer Papa: “Todo lo que atares en la tierra, atado será en el cielo; todo lo que desatares en la tierra, desatado será en el cielo”. A la estancia adyacente del Purgatorio serían destinados los cristianos fallecidos con cuentas pendientes en el libro menor del catastro celestial hasta pagar el último denario antes de quedar limpios de mancha para arribar al Cielo. Con la pluma del ala del Espíritu santo san Gregorio habilitó definitivamente las estancias intermedias entre la Tierra donde somos una vasija de barro soez que contiene oro en polvo y el Cielo donde todo es oro puro como soñaban los alquimistas porque para llegar a él ya hemos roto el envoltorio de carne, el cántaro de arcilla.
¿Acaso es una broma del Vaticano?, se sentirá persuadido a preguntarse algún lector sagaz o esa lectora recelosa que retiene sin embargo entre las manos este libro visiblemente fantasioso. Es tan real como un escrito, puedo asegurarles a ambos. Cuando el furibundo F. Nietzsche apostrofa con odio al cristianismo llamándolo “doctrina de esclavos y cretinos” (porque fomenta la debilidad y la piedad en la criatura humana que de este modo nunca llegará a ser el superhombre) está pensando en la rotunda solidez del mundo material; Gregorio, en cambio, pensaba en el espíritu, ¿nos es lícito repudiarlo por haber diseñado la planificación urbanística del más allá escribiendo, que es como decir convirtiendo su espíritu en palabras? Aunque admiro la fenomenal revolución del pensamiento que produjo el genio de Nietzsche, hay dos temas en los que disiento. El primero, que la solidaridad y la comprensión entre la gente se deba exclusivamente a la flaqueza de un espíritu débil que ve en la desgracia del otro la señal de su propio deterioro. El segundo, haber dicho del Dante que era una “hiena versificando entre sepulcros”; es bien sabido que Dante tenía lo que usted quiera menos sentido del humor, y la hiena es un animal frívolo con risa fácil. De todos modos la “Divina Commedia” es un edificio tan monumental y consolidado por los siglos que lanzarle piedras resulta peligroso para la propia salud: alguna rebotará y nos partirá la cabeza. Contra todo eso, creo, opino, escribo que socorrer una necesidad ajena requiere de una gran fortaleza interior y demuestra casi siempre la superioridad espiritual de seres que han pasado por encima de su propia impotencia. ¿Cómo es ese Purgatorio ideal que hospeda las almas de los cristianos muertos con deudas menores? Gregorio imaginó un antro o madriguera basándose en 1º Corintios 3:14 donde San Pablo amonesta al díscolo rebaño de Corinto asegurándoles que todas las manchas serán purificadas con fuego. Escribió que:
"Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su eterno descanso". Ya vemos claramente que razonó de un modo correcto.

(continuará)


alejandro maciel: fragmento de "La salvación después de Noé"

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[1] Dante volverá sobre ella al decir “Nada duele más que como recordar la felicidad en medio del infortunio”, palabras más, palabras menos ya que mi traducción adolece de todos los males achacables a mi memoria baldada por el tumor.

miércoles, 7 de marzo de 2007

LA LECCIÓN DE ZARATUSTRA / LOS PROFETAS Y SUS VISIONES


“LA RELIGIÓN DE LOS MAGOS”


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Antes de reconocer los préstamos que el monoteísmo debe a otras religiones conviene saber que el profesor R. C. Zaehner escribió un valioso libro “The teaching of the Magi” Edit. Sheldon Press, London, 1956. La versión en español (no leo fluidamente inglés, recuerde el lector que está tratando con un autor averiado intelectualmente por un tumor que aunque benigno, no ha dejado de producirle taras a lo largo y ancho de su vida, entre ellas la imposibilidad de ser políglota) “La doctrina de los Magos”, Edit. Lidium, Barcelona, 1983. Este libro
Los ángeles son factura caldea ya reconocida siglos antes de la aparición del monoteísmo en cualquiera de sus formas. No hace falta decir que el diluvio universal había pasado por todos los pueblos y el relato de la familia que se salva en una barca se podía leer tanto en Ugarit de Fenicia como en Tracia y Capadoccia. El dios que nace de una virgen era un argumento generalizado en la antigüedad; casi todos los dioses precristianos habían nacido de una mujer intacta porque así lo requería la divinidad que es pura y no admite la mancilla de la raza humana. Los lascivos dioses griegos no perseguían sino vírgenes para desflorarlas en medio de la flora silvestre: abramos una página de Hesíodo u Homero y no leeremos otra cosa que las tropelías de Apolo detrás de Dafne o el Padre de los dioses, el mismo Zeus disfrazándose de todas las apariencias que le facilitaban la fauna y la meteorología para estuprar niñas que no conocían varón alguno. Ya sabemos que las escrituras antiguas son lo que usted quiera estimada lectora, ensimismado lector, menos originales. La rapiña intelectual se fomentaba con entusiasmo dionisíaco entre compiladores, autores, profetas y visionarios. ¿Qué nos enseña el profesor Zaehner? En el capítulo 10 (“La resurrección del cuerpo y la vida perdurable”) ¿Le suena estimado lector, prevenida lectora? Nos cuenta las peripecias del Apocalipsis mazdeo. El predeterminismo no parece contar para la especie humana en este credo; pero está casi le diría que meticulosamente planificado para dioses y semidioses que alternan en la arena de la lucha cosmológica cuyo final ya está diseñado de antemano en las barajas mazdeas. Esta cosmogonía es lo que yo llamo una lectura edificante porque en ella no son los hombres y mujeres sino los dioses quienes deben cumplir su destino. El dañino Ahrimán sabe que será inexorablemente vencido y como en las películas de bajo presupuesto con las cuales Hollywood atiborraba las siestas sudamericanas, los convictos, los perversos y los maliciosos saben lo que les espera; pero como la acción (el espectáculo debe continuar) requiere criaturas obstinadas, la contumacia es la virtud de esta gente que lucha para perder. Todos conocemos el final, empezando por los espectadores: la justicia que siempre triunfa en el cine y rara vez fuera de él, el amor que dura eternamente en el cine y rara vez sobrevive diez tranquilos años fuera de él, la enmienda del despotismo que ya ni en el cine se ve. En esta lucha de inmortales que ha narrado la profecía mazdea no habrá sorpresas porque todos, piadosos y maléficos conocen la trama que la complicación de un mundo ingobernable ha tejido desde el principio de los tiempos. Si quisieran refugiarse en el olvido, bastaría con repasar el manual de protohistoria para disolver la amnesia ya que todo está escrito de antemano en los textos Avesta. Basta leerlos para conocer la historia del futuro. El principio de la apocatástasis es el único soberano de estos acontecimientos: todo volverá a su punto de partida, tal vez para repartir de nuevo los naipes e iniciar una nueva partida en la que los caballos y los reyes ocupen jerárquicamente los puestos que les correspondan y no, tal como están las cosas, en un mundo gobernado por caballos y secundados por sotas o palafreneros.

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LOS PROFETAS DE LA BIBLIA




Profetizar era otra forma de poetizar; o, dicho al revés, la buena poesía siempre es profecía. Ser profeta en la antigüedad judía era un oficio algo escandaloso nacido de los recovecos del rito. Los primeros profetas eran también sacerdotes de Israel pero después poco a poco la figura del profeta se apartó del Tabernáculo para vagar por ciudades y desiertos vigilando la Ley. Esta verdadera gendarmería religiosa era la conciencia pública del rebaño elegido y aunque estamos acostumbrados a asociar “profeta” con “profecías” la principal función del profeta judío era ser la conciencia viva del pueblo y hasta su remordimiento como sucedió con el Bautista frente a Herodías. Volvamos los pasos al pasado; Herodías era hija de Aristóbulo, hijo de Herodes el Grande y por tanto, de casa de los Macabeos. Se había casado con su tío, Filipo con quien tuvo una hija llamada Salomé pero la artritis, los mareos, la próstata adenomatosa terminaron cansando a la esposa y abandonó al marido para convivir, como diría el antiguo código penal “en ilegítimo concúbito” con otro tío: Herodes Antipas, tetrarca de Galilea según ya vimos en la historia de los Herodes. El historiador Flavio Josefo, en “Antigüedades Judías” XVIII, v, 1, 4 comenta los pormenores de la ejecución de Juan el Bautista ordenada por Herodes Antipas ante el humo de insurrecciones que levantaba el Profeta con sus inflamadas arengas. Los evangelios nos dan una versión un poco más compleja y vinculada al adulterio de Herodías (Mateo 14:1, Marcos 6:14, Lucas 9:7) propuesta en estos términos: Juan el Bautista sabe que la reina ha cometido dos incorrecciones que él considera verdaderas infracciones a la moral: es adúltera y está amancebada con su tío. Piensa que los personajes públicos están para dar el ejemplo y no para escandalizar al pueblo, al que los profetas trataban de preservar de las influencias nefandas. Acusa y acosa noche y día en su prédica a la pareja real insinuando de paso que si el rey está en falta, el pueblo es libre de obedecer su conciencia desobedeciendo al gobierno. Desde que el mundo es mundo, los dirigentes únicamente buscan conservar y acrecer su poder; cualquier minusvalía en este sentido les parece sediciosa y tratarán de sofocarla cueste lo que cueste. Herodías siente la humillación pública de ser detestada y vilipendiada por el solo hecho de haber cambiado de cama sin pedir permiso.
Juan el Bautista no tiene los ojos en la tierra de pecados sino en el cielo esenio donde todas las almas son puras y el cuerpo es no es más que una imagen que negocia el alma para entenderse con el mundo de la materia. ¿Qué le pueden interesar las razones de Herodías, del hartazgo del desvencijado cuerpo de un tío para pasar al otro? Observemos con detenimiento cómo se instala un conflicto en el mundo exterior y en la conciencia humana.
Como todos y todas recordarán, Herodes Antipas frente a la amenaza de insurrección decide encarcelar al Bautista para apagar su campaña proselitista. No lo hace matar a pesar de las insistencias de su concubina y sobrina porque en el fondo siente respeto por esa figura adusta que vive en el desierto purificándose con ayunos y mortificaciones y que profesa una idea del bien basada en el respeto a la ley, lo que no es nocivo para un gobierno. También recordarán, repito, una fiesta en el palacio real en la que no faltan visitas extranjeras y vino generoso. Ustedes ignoran seguramente los pesares del poder. No hay penitencia más dura para alguien que llevar las riendas de un pueblo díscolo y después de una dura jornada de edictos y despachos reales, nada mejor que un buen Malbec para alegrar el espíritu por medio del cuerpo y entonces Herodes Antipas propone un brindis y pide a su hijastra Salomé que dance para los presentes; hácelo la muchacha a cambio de un deseo “lo que pidas, se te dará, doy mi palabra de honor” promete el tío-padrastro frente a los invitados, aunque de su honor no quede mucha tela por cortar. Como todos sabemos, Salomé baila y al terminar va directamente junto a su madre a pedir asesoría. ¿Qué exige Herodías como recompensa por la danza? Pide la cabeza del Bautista en una bandeja; y Salomé públicamente proclama el precio de su ovación. “Ella instruida por su madre, dijo: “Quiero aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista”. Entonces el rey entristeció, pero a causa del juramento y de los que estaban con él a la mesa, mandó que se la dieran”, dice el evangelio de Mateo.
¿Quién es responsable de la decapitación del Bautista? ¿Herodías, que deseaba ver muerto al profeta? ¿Salomé, que pide ese precio? ¿Herodes, que da la orden aún contra su declarada voluntad? ¿El verdugo que lo ejecuta? ¿Dios que manda a Juan a predicar mensajes peligrosos? ¿El mismo Juan que, conociendo las leyes del poder las desafía? Usted me dirá de inmediato: “Pero Juan decía la verdad”, y aquí, querida señora, cauto señor entramos en el ámbito ambiguo de la función social de la verdad. Aceptemos que el adulterio es verdad, ¿hacia falta predicarlo a los cuatro vientos? ¿Perjudicaban notablemente la salud pública de Judea las relaciones sexuales entre Herodes y Herodías? ¿Era ocasión de guerras y exterminios masivos? ¿Producía cataclismos y calamidades, calentamiento global, deshielo de glaciares? ¿Acarreaba epidemias? Siempre resulta sospechoso el puritanismo de los fanáticos; si analizamos bien, eventualmente es una cuestión de conciencia entre Dios, Herodías y Antipas la carga de prueba de esa verdad. También es verdad que padezco hemorroides pero poca gracia me haría que mi proctólogo lo publicara en el periódico alegando que “no miente”.
Finalmente Juan es decapitado según testimonia el pasado. Lo que nunca podremos afirmar sin asomo de duda en este presente continuo que se llama futuro es el nombre del asesino o la asesina, si no ha sido un suicidio.
Los profetas de Israel nacieron del sacerdocio pero después se apartaron como personajes públicos cuya misión era vigilar el cumplimiento de la ley y denunciar su perjuicio. Como policías de la Torá, los “nabís” se reconocían por el celo de la norma jurídica antes que los auspicios, las adivinaciones y la magia sobrenatural de anticipar el futuro. Como todos, tenían sueños pacíficos y sólo ocasionalmente las pavorosas pesadillas que al ser escrita sobrevivieron en la imaginación del pueblo. El historiador James Parkes en su “Historia del Pueblo Judío” (Editorial Paidós, Buenos Aires, 1982) lo dice con más propiedad: “Los grandes profetas de antes del exilio culminaron con Isaías y Jeremías. Ambos eran grandes estadistas, conocedores de las condiciones sociales y políticas de la época. Porque la idea de que la tarea principal de un profeta era vaticinar el futuro , surgió mucho más tarde. Su misión primordial consistía en decir las cosas públicamente, no en profetizar el mañana. Las injusticias que sufrían las clases más oprimidas tanto en la ciudad como en el campo constituyen el tema permanente de las acusaciones de los profetas. No cabe duda de que los reinos de Judá e Israel no eran mejores que sus vecinos. Son interesantes, no por la superioridad de sus virtudes sino porque contaban entre sus moradores a hombres que sabían que esas cosas eran malas y tenían el valor de proclamar que podían y debían extirparse”.
Ezequiel profetizó en el exilio babilónico aunque Van der Born y Kuhl admitan que empezó su oficio en Palestina pero eso se debe al temperamento teutón, pugnaz con toda forma de ideas aceptadas. Fue también, como Jeremías, ministro del culto tarea de la que se irán separando los sucesivos profetas Daniel, Isaías y los doce menores. Durante su servicio proclamó el principio de la responsabilidad individual: la culpa “in re” (en la cosa) es decir en el sujeto, frente a conceptos anteriores que adjudicaban culpas generacionales como la de Adán, Eva y mi parte en el pleito. Nunca acepté estas generalizaciones jurídicas, yo no robé ninguna manzana ni estuve en el Paraíso, nada tengo que ver con las infracciones de Adán y Eva. Si Yahveh desea probar mi obediencia que me envíe la víbora, el árbol el ángel y el decreto. Si no cambia las condiciones, siempre optaré por el árbol que me dé conocimiento; poca gracia me hace ser feliz en la ignorancia y todos ya sabemos que los idiotas son felices naturalmente.
La visión de Jeremías 10: 9-15 me produjo la primera crisis de pánico que recuerde en mi ajetreada vida. Piénsela usted simbólica o (mucho peor) literalmente, la visión no admite el menor recurso de piedad a la imaginación. Fue mi primer trauma intelectual gratuito e inesperado. Durante una clase de doctrina cristiana que nos administraban como requisito previo a la primera comunión en el colegio religioso en el que mis padres me habían confinado, la catequista habrá querido deslumbrarnos enseñándonos la “gloria de Dios” con ayuda de una lámina donde un inspirado por algún furor perverso trazó a vivos colores la criatura construida de ojos abiertos, alas entrecruzadas, garras, ruedas y las cuatro cabezas (león, toro, águila y hombre) que contagiaban de terror la almáciga fértil de mi imaginación solitaria. Desde pequeño tuve lo que mi tía Victorina llamaba las tres “T”: temeroso, tímido y tonto. No sé si el tiempo aminoró los tres defectos pero recuerdo perfectamente las consecuencias de la homilía catecumenal ilustrada; la imagen de la visión de la visión de Ezequiel me perturbó a tal punto que me vi obligado a variar mi oración nocturna. Ya no rogaba piadosamente por el bienestar de mi familia; hice un canje, dejé a mis parientes librados al azar a cambio de que a mi muerte no se me enviase al cielo porque mi terror a esa pesadilla superaba holgadamente las promesas de bienaventuranza que por otra parte nunca había experimentado. Llegó a tal extremo esa idea persecutoria (indudablemente de índole fóbica según deduzco hoy) que conjeturaba que de no ser asignado al cielo se me enviaría al infierno, pero me consolaba saber que esa topografía ya me era vagamente conocida porque las monjas la usaban como amenaza cada vez que debían reprimir delitos menores. Sabía que había llamas y el fuego no me disgustaba, sabía que era eterno y eso significaba que no me moriría, sabía que los demonios tenían, alas de murciélago y colas con arpones pero su anatomía me era indiferente. Sin embargo el mapa del cielo y el “Trono de Dios” no hacían tanta falta como estímulos morales y ahorraban esas descripciones del catálogo del más allá. Lo poco que pude descubrir aquella tarde inocente a través de la figura de la visión ezequeliana me producía escalofríos; no me era posible esperar nada bueno a juzgar por esa muestra. Mi concepto del cielo que ya era algo castrense se volvió terrorífico; esperaba una Ciudad de Dios poblada de monstruos llenos de ojos, cadáveres, ataúdes y helicópteros que eran las cosas que más me atemorizaban. Había visto accidentalmente un helicóptero (venido del cielo nuevamente) y mi familia no acertaba a explicar qué era aquella cruz que volaba haciendo tormenta con el cuerpo negro” que yo describía. En el campo donde pasé mi primera infancia no había cine, TV, ni revistas. Cuando me internaron en el colegio religioso donde cursé los primeros grados en la ciudad de Bella Vista ya me llevé el trauma del helicóptero que había visto en el campo.

lunes, 19 de febrero de 2007

LA PAZ INDIVIDUAL Y LA PAZ SOCIAL


ACTITUDES DE PAZ EN MEDIO DE UNA GUERRA

Por Alejandro Maciel.



En un mundo convulso por tormentas de belicismo que soplan por aquí y por allá; que cuando se extingue en un rincón se incendia en dos más, no es fácil escribir sobre la paz. Sin embargo, trataremos de vincular este tema con el periodismo, la TV, la educación y la literatura.

¿Qué es la paz? La paz no es solamente la ausencia de guerras sino la presencia de justicia en el sentido profundo, filosófico y hasta ontológico (no temamos usar términos suntuosos cuando hablamos de paz) dentro de una sociedad que hoy es global. Pero esta paz se construye o se destruye gradualmente en el rebaño humano desde que nacemos, crecemos, aprendemos y actuamos. La educación es un punto clave, con una educación sistemática que oriente hacia la solución racional de los conflictos no podría haber guerras, ni violencia ni pandillas.
¿Y qué es educación? Educación es todo aprendizaje socialmente útil[1]. ¿Y qué es aprendizaje? Aprendizaje es todo cambio de conducta interna o externa que se debe a una experiencia y se refuerza con la práctica.

Cambio de conducta interna señala que después de un aprendizaje el sujeto o la mujer que aprendió no manifiesta externamente nada, no observamos ningún cambio físico pero su actitud ha sufrido una transformación si aprendió de verdad algo nuevo. Por ejemplo, alguien que acaba de aprender las normas de tránsito por medio de la experiencia, al terminar de aprender parece ser la misma persona pero una vez al frente de un volante tendrá otra conducta si verdaderamente aprendió, es decir si entre la entrada y la salida del aprendizaje hubo un cambio de actitud. ¿Y qué será esta cosa llamada actitud? La actitud es un complejo sistema tripartito que incluye:

a) Un componente cognitivo, intelectual que es la creencia (datos acerca de objetos, personas o hechos, opiniones personales que han sido aprendidas socialmente) por ejemplo “una cosa somos nosotros, otra los extranjeros”.

b) Un componente afectivo, esto es sentimientos frente a dicha creencia que me invoca simpatía o repulsión; puedo sentir a los extranjeros como personas por las que siento deseos de comprender, ayudar, solidarizarme con su situación pensando que si migraron, tendrán muchas necesidades y carencias por las que siento empatía, “me pongo en su lugar” y trato de facilitarles alguna ayuda. En la otra vereda, puedo sentir rechazo, temor, ideas acerca de la competencia que creo desleal por las fuentes de trabajo que los extranjeros vienen a ocupar sin derecho dejando a los naturales en desventaja. “Los extranjeros son peligrosos” será el sentimiento guía de dicha actitud paranoide que muchas veces, por esas trampas de la fe que tiene nuestra mente, son foco de proyección de otras frustraciones y fracasos personales que usan al extranjero como chivo expiatorio.

c) Un componente conductual, la actitud lleva en sí una tendencia a actuar de tal o cual forma acorde al marco de dicha actitud. De una persona con una actitud hostil hacia los extranjeros no podemos esperar algarabía y muestras de atención y mucho menos solidaridad cuando se encuentre frente a un grupo de forasteros en situación de desventaja. El repertorio de conductas se reduce a la forma pasiva hostil (no hacer nada, no facilitarle las cosas a los emigrados, es decir abstenerse de ayudar o mostrar aceptación) o actividad adversa (dificultarle las cosas, entorpecer su inserción social negándole un puesto de trabajo, por ejemplo) y en este caso ya entramos en el terreno de la discriminación que afortunadamente está prohibida por ley. Pero todos sabemos que, hecha la ley, hecha la trampa. De nada sirve normatizar el final de la cadena (prohibir discriminar) si no mejoramos la base en la que asienta la discriminación, esto es, la actitud.

¿Qué actitud hemos desarrollado como sociedad hacia la guerra y la violencia? Si es verdad que la TV es la vidriera social, desde los comics infantiles, a las llamadas “películas de acción” y hasta las tiras televisivas supuestamente humorísticas, la violencia está aceptada cuando no fomentada como forma de convivencia. La violencia es una forma de comunicación, un lenguaje según los códigos de los mass media. Está bien que la TV no lo es todo, que una buena provisión de lecturas puede volver a poner las cosas en su lugar pero ¿cuánto lee la gente habitualmente? ¿No hemos perdido paulatinamente el hábito de aprender leyendo?

Está demostrado taxativamente que la lectura es la forma del aprendizaje más completa por los mecanismos cognitivos que en ella intervienen, pero si comparamos las horas/televisor frente a las horas/lectura de un niño o niña o adolescentes promedio en la sociedad actual la televisión gana por goleadas. Es decir, prevalece el modelo de solución de conflictos utilizando alguna forma de furia, que puede ir desde la violencia verbal (insultos, gritos), psicológica (amenazas, denigración del otro) y físicas con un repertorio tan amplio que no alcanzaría este libro para describir; pero los invito a ver en la TV o el cine directamente y cerciorarse por ustedes mismos.

Ahora bien, la actitud hostil frente a personas o grupos que creo amenazantes o inferiores es la madre de los prejuicios. ¿Qué es un prejuicio? Es una actitud injusta, errónea e intolerante basada en temores profundos e inseguridades y recelos personales (y/o colectivos) que es devuelta hacia alguien de afuera quien desde ese momento se verá como peligroso, amenazador y alarmante y que trataré (o trataremos) de neutralizar lo más rápidamente posible. El prejuicio no es racional, al contrario es casi el sello típico del fanatismo que por definición, es irracional. Si fuese racional sería una convicción: “no hay que matar”, por ejemplo es una convicción basada en la reflexión acerca de las experiencias de crímenes que conocimos y no deseamos volver a repetir.

Allport fue el primer autor que postuló el fracaso personal o colectivo como la base que gestiona la agresión interna que sale a buscar un foco de conflicto a quien echar la culpa de nuestras propias incapacidades. El prejuicio siempre opera de arriba hacia abajo en la pirámide social; el que está o cree estar en situación más ventajosa oprime y reprime al que está más necesitado. Es por tanto de índole canalla y miserable y tiende a crear desequilibrios sociales.
T. Adorno (1950) propuso otra fuente de prejuicios en las personalidades autoritarias, rígidas, convencionales, sujetas a la letra de las normas más que a su finalidad; los autoritarios quieren imponer lo que consideran “la verdad” en forma coactiva e intolerante a cualquier alternativa. Como operan en base a simplificaciones y generalizaciones frecuentemente caen en razonamientos prejuiciosos y como no están abiertos al diálogo (¿cómo estarlo, si creen tener la verdad de su parte?) no pueden entender otras razones y se cierran en sus principios hasta el fin.

Hay una tercera alternativa (y una cuarta y una quinta pero como Occam está abriendo su navaja, mejor cortemos nosotros) que nos lleva a razonar de este modo: si la discriminación es hija del prejuicio y éste es hijo de las actitudes; debemos observar dónde se originan las actitudes. Y sabemos que nacen dentro de la personalidad que, según el psicoanálisis, está formada por el repertorio de mecanismos de defensas inconcientes que utilizamos en forma automática. Hay mecanismos maduros desde el punto de vista evolutivo y hay otros más primitivos y perjudiciales. La proyección es perjudicial porque tiende a descargar nuestras culpas o errores o miedos en un objeto o sujeto que nada tiene que ver con nuestros conflictos pero justamente, el mecanismo económico que persigue es librarse de tener la basura en casa regalándosela al vecino sin que éste lo advierta. Es muy barato pero muy perjudicial para la vinculación social. La identificación proyectiva es más sofisticada y por tanto más perjudicial. La negación que está en la base de ambos, es nociva: primero debo negar que el fracaso y el disgusto es mío antes de proyectarlo al prójimo. Hay elementos de índole narcisística que impiden reconocer errores en mí mismo, ya que el declararlos abiertamente implica una herida al Yo que es tan susceptible; entonces el Yo no encuentra mejor recurso que mentirse (negar que me equivoqué, negar que fracasé) pero como el error está presente, se lo endilgo a otro, preferentemente un grupo o persona vulnerable y que está en desventaja para evitar que su defensa sea efectiva. Este Yo interior se mentirá, será inconciente pero no es tonto.

Ahora la cuestión debe replantearse: convengamos que existe el fracaso personal en una sociedad tan competitiva en la que no todos pueden llegar a la primera meta, que esto acarrea el remordimiento, la idea de culpa o la frustración; aceptemos que existe la personalidad autoritaria que necesita imponer sus códigos que cree verdaderos y obligatorios (muchas veces de base religiosa dogmática) para sentirse en equilibrio y orden, admitiendo todo eso, ¿por qué la reacción primitiva ante el obstáculo es la violencia en el ámbito individual y la guerra en el ámbito colectivo? ¿No será que la base educativa está fallando? ¿No será que estamos aprendiendo algunas actitudes erróneas? En un mundo donde todo es competencia por ser el mejor, la más linda, la más delgada aunque anoréxica, los más inteligentes, los más fuertes, los más metedores de goles, los más aventajados gimnastas, ¿qué lugar le reservamos a los 9 restantes que no alcanzaron el primer puesto? ¿Es la competencia sistemática una forma de convivencia? ¿No está demostrando con el fútbol que esa competencia feroz fácilmente genera bandos enfrentados que llevan a formas de violencia incontrolables? Es que está en juego nuevamente el Ego narcisista ampliado al grupo de referencia que lo refuerza. “Soy del club A y todos los del club B son enemigos” me decía un hincha a quien entrevisté en radio. ¿Por qué enemigo? El fútbol es un deporte, no un campo de batalla; pero el Ego amenazado (si perdiera vería descender su estima frente a todos los demás camaradas que están de testigo de la derrota, por eso es inadmisible una derrota y los ánimos se encienden más cuando juegan seleccionados nacionales porque en la imaginación de ese grupo anómico, está jugando la patria, el escudo, la bandera (se canta el himno nacional antes del partido) y una serie de valores abstractos que se consideran sagrados y no deben ser mancillados con el triunfo del “enemigo” (ya no adversario) ¿No conspira esta depravación de la competencia contra la solidaridad? ¿No educamos competitivamente en los colegios y escuelas donde exhibimos cuadros de honor, notas, calificaciones? ¿No estaremos convirtiendo al proceso educativo en una motivación negativa? Lo que el conductismo (el premio, las notas) vio como estímulo puede convertirse fácilmente en obstáculo y desinterés para quienes no alcanzan los famosos “objetivos” de la enseñanza.

Sin embargo, aún en las más extremas situaciones de desaliento el espíritu humano da ejemplos maravillosos en la preservación de la paz como el bien supremo de la gente. Para ejemplificar necesito que me acompañen desde el campo de las generalizaciones a un caso en particular: la Guerra de la Triple Alianza organizada por Uruguay, Argentina y Brasil contra Paraguay en 1865. Una mala idea desde todo punto de vista. Lo que según las previsiones del presidente Mitre duraría 3 meses, tardó 5 años. La Guerra tuvo un observador en sir Richard F. Burton quien escribió un libro dedicado a Sarmiento: “Cartas desde los campos de batalla del Paraguay” donde menciona un hecho admirable en medio de esta campaña por mantener la paz a todo precio. En el prefacio del libro (novela) que escribimos sobre el tema cuatro autores sudamericanos traté de avisar esta noticia para el siglo XXI. Transcribo el Prefacio y luego un fragmento del capítulo argentino de la novela. El capítulo uruguayo lo escribió Omar Prego Gadea, el paraguayo don Augusto Roa Bastos y el brasilero, Eric Nepomuceno.


PREFACIO DE “LOS CONJURADOS DEL QUILOMBO DEL GRAN CHACO”

Desde el 11 de agosto de 1868 y hasta el 21 de abril de 1869 el cónsul itinerante de Su Majestad, el capitán sir Richard Francis Burton escribe veintisiete cartas desde los campos de batalla del Paraguay como observador, que es decir espía, mediador, cronista, explorador, frenólogo, estratega, historiador, geógrafo, sociólogo, urbanista. Toda la visión de la vieja Europa de los siglos XVIII y XIX se trasplanta en la convulsionada Sud América, donde las dictaduras suceden a las montoneras, las anarquías a las asonadas. Ya no hay revoluciones. La misma superstición malgastada de repúblicas sembradas en un desierto de ideas regado con sangre, se convierte en rehén de grupos, corporaciones, estancieros y sátrapas de baja monta, que se disputan un poder siempre tambaleante, donde todos desconfían de todos, sin llegar a conformar un gobierno; que es decir instituciones que sostengan el equilibrio del poder.

El 1º de mayo de 1865, a causa de que las tropas del presidente Solano López habían cruzado por unos potreros supuestamente argentinos, se firma el “Tratado de la Triple Alianza ofensiva y defensiva entre el Imperio del Brasil, la República Argentina y la Banda Oriental contra el gobierno del Paraguay”, iniciando oficialmente la Guerra del Paraguay, Guerra Grande o Guerra de la Triple Alianza, que se extendió hasta el 1º de marzo de 1870. En medio de la devastación y la locura, cuenta el capitán Burton en la carta XXIII que “del lado opuesto del Río Paraguay, el del Gran Chaco, se ha fundado un amplio quilombo o establecimiento de fugitivos, donde brasileños y argentinos, orientales y paraguayos viven juntos en mutua amistad y en enemistad con el resto del mundo y la guerra”.

Entrando en el siglo XXI, cuatro autores de las cuatro naciones que se vieron envueltas en ese conflicto volvemos a escribir –como lo hizo sir Richard Francis Burton– las crónicas de una guerra que se azuza con el asesinato de dos presidentes (Venancio Flores de la Banda Oriental en 1868, y Francisco Solano López del Paraguay en 1870) y en la que oscuros intereses sobrevuelan como buitres los cadáveres de nacionalismos convertidos en fanatismos suicidas. Sir Richard se perdió en el espacio, las pampas y los pantanos extraños a su Inglaterra reina de los mares. Nosotros estamos perdidos en el tiempo y esa errabundia de las escrituras es al mismo tiempo virtud y defecto. Más fácil que hacer la historia de los hechos (no somos historiadores) es historiar lo deshecho. La guerra exterminó casi una generación de paraguayos, arrasó pueblos, fortificaciones e hipotecó el futuro de la arruinada nación. Hasta hoy no hay un argumento racional para explicar cuál fue el casus belli. El Paraguay se convirtió en el pandemónium de Milton, tal vez por eso el brigadier general y comandante del Ejército Aliado, Bartolomé Mitre, empezó a traducir el “Infierno” de la Divina Commedia en su tienda de campaña.

Nunca nadie ha ganado nada en ninguna guerra. Los oficiales de las cuatro naciones que desertaron de la contienda para formar el Quilombo del Gran Chaco también estaban perdidos en el tiempo, pensando por adelantado lo que todavía no ha sucedido hasta este ocaso del segundo milenio; perdidos como seguimos nosotros, pensando en un porvenir donde el militarismo, los ejércitos, las fronteras y las armas hayan pasado a ser patrimonios del archivo de la Historia.


Alejandro Maciel, Asunción, diciembre 2000.



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Antes de transcribir un fragmento del capítulo argentino me gustaría detenerme en esta frase de Roa Bastos porque es muy significativa para comprender los propósitos de esta novela:
“La historia no tiene final. Desde el principio de los tiempos siempre hubo hogueras de violencia destructiva. Y también siempre hubo el fuego del espíritu para purificar el daño conjurándolo a través del arte, que es más fuerte que la muerte”.


Fragmento de “Fundación y apogeo del Quilombo del Gran Chaco”
”Viernes 9 de abril.

”La primera vez que se habló del pacto de paz y de guerra a la guerra fue la noche después que el capitán Page enfrentó al comandante en jefe de la Armada paraguaya en Laguna Pirí. El ataque fue inhumano, cruel; un odio desconocido se encarnó en hombres que se volvían fieras unos contra otros, sin saber hasta cuándo. Noté que el rostro de un guerrero y el de una bestia cebada de muerte se parecen mucho; los ojos entrecerrados y fulgurantes como quien mide sus pasos y acecha, la boca en una mueca siniestra que parece olfatear la sangre de cerca apretando los dientes hasta hacerlos chirriar. La piel sudada, rojiza, caliente, brillante.

”En el fragor de la batalla se encontraron frente a frente el comandante argentino Fredo Marín y el capitán de la caballería paraguaya Alonso Benítez; clavaron las bayonetas en la tierra ensangrentada y uno de ellos dijo ‘Esto se tiene que terminar; hay que forzar la tregua cuanto antes’. Después se alejaron, cada cual en dirección contraria. Humeaba el campo cuando sobrevino el silencio. El cura capellán se acercó para decirme que todos estábamos derrotados y que los superiores pensaban reunirse para acordar la pacificación aunque fuera contra las disposiciones de Buenos Aires y Río de Janeiro.
“Viendo el campo incendiado y escuchando la voz pausada del cura, las ideas me golpeaban en la cabeza. ´La naturaleza, que es la escritura de Dios, nos enseña a ser sanguinarios´, dijo, señalándome un halcón que atacaba a una paloma en pleno cielo azul.


”Recordaba una tarde en la que el mismo capellán, el padre Gesio, dejó su breviario y empuñó un fusil cuando los paraguayos nos atacaron en el Paso de la Patria. Me estaba desnudando para dormir cuando se escucharon los aprestos; ágiles como tigres, se movían en la sombría intemperie las tropas enemigas en un asalto de guerrillas. La carpa del coronel ardía. Vi cómo el padre Gesio mudaba de hombre bueno y apacible a la cólera del terror. Se calzó un fusil y masculló: Vengan, perros de mierda.
“Después, quizás con la intención de expulsar las palabras de odio, escupió el suelo.


”Así me vi reflejado ensuciando el agua límpida de un charco, cargando mi fusil, grotesco. Por primera vez sentí una infinita lástima de mí mismo. Me vi miserable, indigente, inane entre el esplendor de la naturaleza multiplicándose sin cansancio ni tregua. ‘Ella nos enseña a crear la vida’, decía el cura Aurelio Khünn cuando nos enseñaba el catecismo. Después aprendí que la naturaleza también destruye las criaturas con la misma pasión. O el mismo odio.

”Entre la nebulosa de mis recuerdos aparece un pintor, casi lugarteniente de Mitre. Quería retratar la calamidad, el horror, la matanza que no termina. Quería pintar la sangre y –confesó algo cansado– no encontraba el color exacto para reflejar la muerte. La lividez ya estaba impresa en el rostro alargado de aquel hombrecito menudo. En un lienzo alargado fueron apareciendo caballos, banderas, humo, fusiles, y hombres tan diminutos que la imagen parece un juego o un sueño.

”Las fuerzas contendieron una tarde y una noche eternas. La fiebre me hizo acurrucar contra el tronco de un pindó cuando ya no daba más del cansancio, el hambre, la sed y el sueño, adulando a los dioses de la muerte para que viniera una guarnición enemiga a darme fin; pero mis ruegos, como siempre, no fueron oídos. Me consuela pensar que Dios estará tan lejos de mí que jamás me concedió un buen deseo o un vicio. No me ha dado bendiciones pero tampoco me entregó a la maldición. El mal, en todo caso, siempre vino solo.

”Cuando amaneció pude ver los cadáveres mal envueltos en cueros de buey flotando en el río, dejando un reguero rojizo; con las heridas abiertas, como esas medallas que condecoran a los valientes. Enfilaban silenciosos en la sepultura líquida de color bermejo. No deja de ser una ironía que la guerra galardone por igual a vencedores y vencidos otorgándoles esos trofeos póstumos de cuajarones y postemas, cuyo livor recuerda el vigor del héroe perdido, por última vez. Dos enormes buitres enflaquecidos encaramados a un despojo escarbaban en el vientre y en las cuencas de los ojos, arrancando tiras de carne pálida.

”El brigadier Aranda estaba malherido a unos pasos de mí. Escuché un quejido vago y llegué hasta él arrastrándome. Tenía un pozo en el pecho, obra de un chumbazo de mosquete a quemarropa. Estaba pálido, con el pulso acelerado, seca la boca y los ojos hundidos. Quería hablarme; tuve que ayudarlo a sentarse para que recobrara fuerzas.

”Dijo que se moriría pronto. Lo dijo bajo, con un dejo de voz que se atoraba a cada paso. Que todo esto no tenía sentido. Mencionó algo así como un complot que armaban para defenderse de la intimación del poder. No supe si la fiebre le ganaba la partida, pero las palabras salían límpidas, como quien está desesperado por decir algo importante. Me explicó que el poder es tan perverso como invisible. Me preguntó por qué peleábamos en esta guerra. No sabía qué decir. Pensaba lo mismo de los paraguayos, pero en nuestras filas tampoco sabemos bien por qué decidimos dedicarnos colectivamente al crimen, comandados por los superiores, que sólo imparten órdenes que reciben de sus generales y éstos, del poder central ubicuo, inasible, ciego a los destinos de los que combaten en el frente.

”Señaló el cielo con un dedo tembloroso y recordó que de ahí procedían todos los errores. Que imitando la idea del poder de Dios, los hombres se arrogaron el mando de decidir por todos, lo que el más fuerte cree que es la verdad. Que es obligación de cada cual velar por su destino y rechazar el mandato de cualquier gobierno que atente contra el bien del común.

”Entre estertores me informó que del lado del Gran Chaco –llamado Gualamba– se estaba gestionando un armisticio entre los delegados del Imperio del Brasil, de la Banda Oriental, del Paraguay y que él tenía la misión de llevar la voz de Argentina, que delegaba en mí. Después dio un larguísimo suspiro y entregó su alma, dejándome documentos y un papel donde figuraban las indicaciones para llegar al sitio de la tregua. Miré la apacible corriente del río que me separaba de la promesa de pacificación. El manuscrito, visiblemente estropeado, describía los términos de un contrato de pacificación entre los pueblos en lucha, repudiando la Triple Alianza ofensiva y defensiva armada para destruir la libertad de los pueblos, sujetándola a los caprichos de las potencias europeas. No me sorprendió encontrar la firma del comandante Fredo Marín junto a la del capitán Alonso Benítez rubricando el pliego de la Declaración llamada simplemente ‘Pax’. Maldice a la guerra en sí, a la que juzga un juego peligroso entre dirigentes que apuestan vidas humanas en vez de gallos para probar su fortuna a costa de la sangre ajena.
“Escribo de noche, cuando nadie me ve. Llevo el cuaderno conmigo, vaya donde vaya.
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Conclusión: la paz depende en gran medida de nuestras actitudes y éstas tienen parentesco con el aprendizaje. Pero no solamente el aprendizaje sistemático y formal de la educación; también el aprendizaje espontáneo y por observación de modelos. Si nuestros niños crecen en un ambiente de violencia doméstica (el 46% de los hogares en Paraguay sufre alguna forma de violencia doméstica según la última encuesta del Centro de Documentación y Estudios, Asunción, 2003) es de esperar que el día de mañana sus actitudes generales frente a los problemas no sean pacíficas. Si reforzamos este aprendizaje con la observación de modelos mediáticos violentos y transgresores, tampoco podemos esperar ciudadanos ejemplares en el futuro. Cabe preguntarnos a nosotros mismos lo que insinuó el fantasma del Cristo a Pedro al salir de Roma: ¿Adónde vamos? Quo vadis?

Al plantear correctamente las preguntas cualquiera puede pensar en las respuestas. Por otro lado, para vencer el desaliento, hemos visto que en las peores condiciones el espíritu humano es capaz de redimirse de la miseria. Que en medio de una guerra catastrófica, creció una comunidad pacifista comandada por militares al agonizar el siglo XIX.

Ergo: todo es posible.

Alejandro Maciel.









[1] Por eso, decimos que en las cárceles se puede aprender pero no educar desgraciadamente hasta hoy en nuestro medio ya que los reclusos se enseñan entre sí las mejores técnicas delictivas y no hay programas serios del Estado (salvo excepciones) de educación en oficios para reinsertar socialmente a los condenados una vez que cumpla su pena.