jueves, 12 de marzo de 2015

CUENTOS, DE MABEL PEDROZO (ASUNCIÓN DEL PARAGUAY) 2015


CUENTOS PARA MIL NOCHES


MABEL PEDROZO


Como un personaje más de sus narraciones y cuentos, Mabel Pedrozo es huidiza, se acomoda mejor a las sombras de la timidez que a los destellos de la exposición. Quienes la conocemos sabemos que es uno de los mejores corazones que existen en el camino bastante esquivo de la cultura y sus aledaños. Mabel es abogada egresada de la Universidad Nacional de Asunción pero en toda su actitud ya advertimos que está muy lejos del ejercicio de una profesión con tantos recovecos como leyes.

La ética le impediría caminar como quien halla espinas y escollos en un camino largo y tedioso. La necesidad de escurrirse por andamiajes dibujados le impediría cumplir horarios de oficinas entre funcionarios y funcionarias que ven pasar la vida a través de una ventana. El territorio donde respira la verdadera libertad está en las lecturas que visita para poblar su mundo personal, seguramente mucho más rico y destellante que el de la rutina en la que nos movemos como si el tiempo fuese una condena a cumplir.

Lejos de esa lenta máquina que nos tritura con obligaciones, Mabel y todos quienes leemos compulsivamente, vivimos nuestras vidas y las de cientos de seres con quienes compartimos desgracias, felicidades y decepciones.


TABLADA, ASUNCIÓN


En la zona ubicua que figura en los planos bajo el rótulo de “Trinidad” por cierta parroquia histórica levantada por voluntad de don Carlos Antonio, están los bajos del matadero de ganado de Asunción que delimita La Tablada. Las calles que acuden sinuosas como rogando asilo desde la transitada avenida Artigas buscan refugiarse en la orilla del Río Paraguay. Con las crecientes, las aguas que reculan avanzan anegando las rústicas piedras con que empedraron Asunción durante la interminable noche de la dictadura de Stroessner. Los perros chapotean en los lindes del Matadero municipal, donde llegan las bestias en siniestros camiones, refilando los últimos alientos con que habrán de ser ultimadas entre las brumas del amanecer, desolladas, destazadas y convertidas en cortes de carnes para su venta.

Un zumbido permanente de moscas invisibles juguetea en el aire, uno nunca sabe si existen o no, pero el sopor de ese cansado ronroneo sigue dando vueltas en la memoria después de haberse alejado de los paredones rojizos del matadero. Por lo demás, el vecindario asunceno bulle con la misma vida feliz que en el resto. No hay un mapa físico que copie un mapa sociológico que copie un mapa político.

Esos croquis de escolástica sirven como mera referencia, pero Tablada no se distingue de Ciudad Nueva, San Jerónimo, Barrio Obrero o el céntrico San Roque, barrios en los que viví durante mis años paraguayos. No obstante, algo especial ronda esas calles que tienen el Matadero como centro del laberinto donde se sacrifica al toro todas las noches. Vagos mugidos como de fantasmas corroen las tardes plácidas, pero es en las noches brumosas cuando se escuchan viejos ecos, sonidos de cuchillos que se afilan, sangre que bulle, espesa, alimentando el barro.


LOS PADRES SAGRADOS


Alguna vez Mabel me dejó entrever su infancia, esa patria nunca hollada por las impurezas que después nos va sumando el tiempo, y en esos años primeros están los recuerdos de un padre misterioso, siempre cariñoso, lector de libros de ocultismo, tal vez las Clavículas de Salomón, augurios, la Alquimia del Trimegisto, las bases del espiritismo, los escalafones del Infierno con la cohorte de Satanás y sus cadetes. Este hombre sobrio, siempre impecablemente vestido se reunía con sus lecturas y Mabel lo observaba ensimismada, leyendo a través de esa figura concentrada los misterios del más allá.


También la madre atesoraba relatos fantásticos en los que nunca faltaban espíritus de doncellas muertas que rondaban las calles de adoquines brillantes como los de Tablada. O enseñaba a las hijas a permanecer atentas a los sonidos de la noche: algunos pasos que resonaban, golpes de puertas que gruñían al cerrarse, cánticos muy lejanos y toda forma de criaturas mitológicas que la tradición popular fue mestizando con seres de carne y hueso en el oscuro ámbito guaraní.