miércoles, 27 de marzo de 2013

LOS HIJOS DE ROSAS, REESTRENAMOS




En el Teatro del Pasillo, de Colombres 35, a partir del 6 de abril, todos los sábados a las 19, podrá verse la obra de Alejandro Bovino Maciel, "Los Hijos de Rosas" con dirección de Jorge Graciossi.

En 2006 un joven fue asesinado por una patota de tres muchachos correntinos en una playa de Brasil. La causa judicial está absolutamente paralizada, en 2012 aún no hubo siquiera una indagatoria a los tres sospechosos a pesar de los testigos y otras pruebas que los incriminan.Rosa, madre del principal sospechado, está ensayando una selección de tragedias griegas bajo el título de "Las madres de Eurípides", son heroínas del trágico griego, madres que reclaman justicia. Paralelamente, el mismo director viene preparando otra obra que se llama "Los hijos de Rosas" acerca de la familia clandestina que formara Juan Manuel de Rosas con su criada Eugenia Castro. 


 Una llamada telefónica informa a Rosa que su hijo está detenido acusado del crimen de la playa. Ella y el marido, familias de arraigo en la sociedad correntina, reaccionan buscando desesperadamente defender a su hijo de las acusaciones, pero hay testigos de cargo dentro de sus amistades y otro secreto que se revelará en el momento menos oportuno: un hijo bastardo, como "los hijos de Rosas" cae como un peso en medio de la crisis. Cada personaje va revelando sus intereses más íntimos en un juego de mezquindades y ocultamientos. El gerente de banco únicamente se desvela por su imagen pública. La protagonista, por lo que cree que es su "deber de madre" consiente el ocultamiento. 


La obra es un ensayo de teatro, el centro es el personaje del director que de algún modo representa la única voz que no tiene doble discurso: solamente su obsesión por el arte como purificación de la criatura humana que ve deshacerse ante sus ojos en esta encrucijada desatada por un crimen.
 Los personajes son los que ensayan y están expuestos a sí mismos frente a un público al que interpelan a través del discurso teatral.



FICHA TÉCNICA ARTISTICA:

Autoría: Alejandro Bovino Maciel
Actúan: Federico Alí, Lorena Bernasconi, Vanina Cavallito, Juan Matias Grassi, Juan Manuel Romero, Claudia Elena Villa
Diseño de luces: Lautaro Graciosi
Diseño sonoro: Malena Graciosi
Realización de arte: Malena Graciosi,  Alexis Lopez Costa
Operador de luces: Mariano Pozzi
Fotografía: Lucas Doyle, Pascual Glauser
Diseño gráfico: Anahí Afriol
Asesoramiento de vestuario: Miguel Pencieri
Asistencia de dirección: Belén Muñoz
Prensa  Novello
Producción ejecutiva: Pili Ortiz, Jimena Veiga
Dirección general: Jorge Graciosi
  



sábado, 9 de marzo de 2013

EL ORO DE FAMATINA (fragmento inicial)


Tres ámbitos:

  1. Bernardino Rivadavia, 1837
  2. La vieja actiz hoy cherinola (la “Chonga” Olga Ponce)
  3. Ventura, la más vieja de las criadas
  4. Vicenta, la criada más joven
  5. Juliana




Ambiente decadente de la sala de lo que fue una fastuosa mansión. Con ménsulas doradas, capiteles, cortinas de brocato, detalles de un paño de pared hechos en telgopor y colgantes de la parrilla bastarán para insinuar las glorias pasadas del salón hoy derruido. Una gotera insistente caerá como si fuese el péndulo de un reloj que marca el ritmo de la decadencia. Las sillas y el poco mobiliario costroso dejarán ver que la penuria económica ronda a los habitantes. El fondo debe diseñar alguna forma de infinito prolongándose hacia el más allá si fuese necesario.
No se requieren recursos fastuosos ni los necesitamos, bastará con agitar la imaginación del visualizador de la obra para conseguir efectos casi mágicos. La decadencia siempre es un modo fantástico de ver el derrumbe propio de todo ser humano que se encamina lentamente a la muerte por más felicidad que consiga acumular durante la vida.
Hay una música obsesiva cuando se inicia, algo que fue un minué pero tan deformado como si lo tocase en un teclado de un piano desafinado, alguien absolutamente indigno de la música, como yo.



1

(Obra de teatro sobre la vida de Bernardino Rivadavia en el exilio, en Colonia del Sacramento, 1837. Rivadavia fue presidente en 1826)

Olga viste de un modo algo estrafalario, aún para la época de 1830: sombrero con plumas vistosas, flores, tules, abalorios; ropa de seda negra, boa de marabúes y su risa quiebra cualquier intento de solemnidad. La sala donde conversan tiene aspecto desolado: el mobiliario es viejo, desvencijado, polvoriento; el mantel de la mesa está roído, hay libros desparramados, trastos a medio cubrir con lienzos y telas bastas, gotea rítmicamente agua en una palangana. Rivadavia mantiene el porte orgulloso de quien cree en sí mismo a pesar de todo, habla como si estuviese diciendo un discurso ante una asamblea solemne, ríe discretamente con su vieja amiga, mientras sorbe una bebida que ambos comparten.

Rivadavia: No conviene declarar la verdad ante la servidumbre, amiga.
Olga: No me interesa tratarlos de igual a igual.
Rivadavia: Vamos a fingir desvaríos cuando entre la criada, es mujer malevolente con la lengua, siempre esculcando entre las sombras y no hay que olvidar que las paredes tienen oídos en el Virreinato.
Olga: Por mí, se quedarían mudas, no pienso hablar con esas negras.
Rivadavia: Mal necesario.
Olga: Eso lo sabrán en las casas y los despachos; por fortuna en el teatro todos en un elenco son males necesarios. Hay que ver la de ínfulas que tienen esas mulaticas como la Amparito. Una vez le dimos el papel de Cleopatra y ya se viene creyendo reina del Nilo.
Rivadavia: ¿Y que disputan por ella Julio César y Marco Antonio? (Ríen)
Olga: ¡Ni más ni menos! No sabe fregarse el talón y se cree la futura emperatriz de Roma.
Rivadavia: ¿De dónde trajiste ese elenco? (Riéndose)
Olga: De aquí y de allá, quien no era caribeño era de Francia, de Escocia… pero a las extranjeras había que enseñarle palabra por palabra. El castellano es un idioma maldito, Bernardino. Tiene tantas complicaciones y una no es la academia de lenguas…
Rivadavia: A pesar del entrenamiento, digamos.
Olga: (Reacciona como quien oye una indirecta) Siempre sospechaste que mi casa de comedias era un congal.
Rivadavia: Bueno, no pongamos nombres brutales. Quien dice congal dice mancebía, dice lupanar, dice jarana y un liberal no se anda metiendo en las camas ajenas. Hagan lo que quieran con sus cuerpos.
Olga: ¿Y el alma?, ¿dónde la dejamos?
Rivadavia: ¡Qué sé yo, no soy obispo! Soy el Presidente de las Provincias Unidas y no me ando metiendo en puteríos.
Olga: (Se pone de pie) ¡Más respeto con esta dama a quien hasta el padre Castañeda llamó “Faro de las artes”!
Rivadavia: No me hables de ese eunuco. Deberías incorporarlo en tu farándula, los roles de traidor le salen de maravilla. Haría un Judas de antología sin necesidad de ensayar.
Olga: ¿Por qué te detestaba tanto?
Rivadavia: El orden público es como tu teatro, todos creen saber la letra de la obra y cuando aparece el director nadie obedece. La Iglesia pensaba que yo tenía el deber de custodiar los valores cristianos.
Olga: ¿Y no es así?
Rivadavia: El gobierno debe atender a la máxima felicidad con el mínimo de dolor, ¿se entiende?
Olga: No.
Rivadavia: ¿Por qué obligar a la gente a militar en el papismo? No, que cada iglesia cuide su rebaño, el gobierno no se puede ocupar de esas cosas doctrinales, después riñen como comadres… (hace gesto de fastidio) No… fuera.
Olga: ¿Eso hace un gobierno?
Rivadavia: Los hombres del gobierno somos como el dios Jano, con dos caras, una privada y una faz pública que sólo muestra lo que conviene.
Olga: ¿Y a eso le llaman poder? ¡Están obligados a hacer teatro!
Rivadavia: Muchas veces un gobierno debe hacer lo que no quiere y no hacer lo que quiere. ¿Creías que somos omnipotentes, acaso?
Olga: ¿Y eso es el poder? ¿Ves, por qué conviene hacer teatro? En mi casa nadie tiene otro deseo que el mío. Siempre pensé que todo el gobierno es una farsa. Perdón por lo que te pueda ofender.
Rivadavia: Ustedes encienden las luces y nosotros en el gobierno estamos detrás de la escena. Pero sigamos… ¿gustaría una copita de jerez, madame?
Olga: Uy, cuánta amabilidad. Acepto.
Rivadavia: (Hace sonar una campanilla) ¿Hay alguien del servicio?
Olga: Cada día son peores, ya no tenemos servidumbre como en la colonia. ¿Por qué miércoles se les ocurrió eso de liberar los esclavos?
Rivadavia: No comprenderías las sutilezas que necesita la libertad, amiga.
Olga: Yo entiendo todo lo que se me explica...
Rivadavia: La libertad es... un nombre, una bella idea, un “flatus vocis” como decían los antiguos: sólo un ruido. Lo importante no es quién maneja la libertad sino quién maneja la justicia.
Olga: ¿Y qué tiene que ver la justicia con eso?
Rivadavia: La justicia es el poder, mi querida. Es la vara que premia o castiga, el que tiene la vara es quien maneja los hilos de todos los títeres.
Olga: Ya me gustaría ver los títeres...(Ríe) ¿Y el jerez? (Hace sonar de nuevo la campanilla)


miércoles, 6 de marzo de 2013

EN EL PROSTÍBULO, LA LUPE


EN EL BURDEL, LA LUPE, 
LA DUEÑA, EL INCA.









Ella abrió el cierre de su minifalda, el negro se arrodilló. Ella empezó una danza para quitarse la blusa; dio a desprender la hebilla del sostén negro de encajes que el contrabandista soltó con la misma suavidad con la que arrancaría un capullo entre espinas. Empezó a besar el pubis que ella empujaba mientras hundía la cabeza crespuda del morocho para que le arrancara la tanga con los dientes blanquísimos mordiendo el encaje negro, ya desnuda soltó los cabellos enrulados. El paulista estaba rociado de sudor marcados los músculos por ondulaciones eléctricas. Un puma amenazado que la Lupe acariciaba para domar amansando la bestia, sobándolo en la entrepierna. El escroto se arrugó y ella buscó el miembro con la boca.








El gringo también se desnudó dejando a la luz su palidez lechosa y retraída. La Lupe invitó poniéndose a cada macho en un brazo.
Con cadencias onduladas, arengaba a cada cual con las caderas.
La verga del contrabandista se puso rígida de nuevo, ella la tomó con las manos y se puso a mamarla. Con la misma boca repartía besos de fuego a los dos. El rubio empezó a penetrarla contra natura a ritmo poético.
¿Estás viendo ver, Procorpio?
Sí, doña.
 Y pensar que nos llega el deseo viendo los ojos del que desea. ¿No te pasa lo mismo?
Ver para creer, ver para caer.
Ay, con tus dichos, Procorpio. A mí me da un cosquilleo. Fijáte cómo se le hinchan las venas del cuello, se ve que el corazón está desbocado. ¿Sabías que muchos se santificaron por medio de la revelación del sexo?
Por los ojos entran los antojos, doña.
El chico está aturdido, ahora es como un médium, Procorpio. Los ojos de los dioses miran por él. Y él  sólo ve divinidades en los cuerpos desnudos. Pero ni él lo sabe. ¿Está rezando entonces, doña?
Reza por raza, la madre es una maga magnífica.
 ¿Y qué será lo que le dicen los dioses, doña?
No sé, no alcanzo a saber. Hace tanto tiempo que se me lo reveló, que al final se me rebeló. Mis visiones están levantiscas, dudan de todo y todo es duda.
¿Duda de mí?


Quizás; estar sola nos hace fabular  compañías dudosas. ¿Qué hace un Inca yanacón metido de sacristán de burdel? Está bien que le das categoría, no cualquiera se da el lujo de tener un camarero sumiso venido del Tiahuanaco. Un hijo de Manco Cápac capando las sofocaciones de la clientela cuando se solivianta por alguna chuchería. No cualquiera.
Mama Ocllo le dé salud, doña.
Yo no sé qué le dicen los dioses, pero sé que por primera vez está gozando con los sentidos y los sentimientos.