martes, 7 de febrero de 2017

LA MEMORIA DEL PASADO...

LA CASA DE LA MEMORIA

Adentro había un movimiento febril.
Miles, millones de ratones vestidos con guardapolvos grises trabajaban activamente sin descansar. Unos escribían sentados en pupitres de madera mientras masticaban lo que parecían ser copos de arroz. Otros iban y venían transportando bandejas atestadas de rollos de color ocre. Muchos estaban apostados frente a una incalculable cantidad de anaqueles que tapizaban prácticamente todas las paredes de las salas. 
Todos parecían muy concentrados en la tarea de poner y sacar los rollos que estaban apilados, les daban un vistazo y volvían a dejarlos en su sitio; así interminablemente hasta que daban con el que buscaban afanosamente; entonces llamaban a uno de los ratones-ordenanzas, cargaban el rollo en la bandeja y lo enviaban a algún sitio.  
Los más ágiles subían y bajaban por delgadas escalerillas de metal que unían los distintos niveles de la inmensa biblioteca que debía tener más de veinte pisos de estantes apilados uno sobre otros, aunque era difícil calcularlo porque la luz no alcanzaba para iluminar la altura de la sala hasta el techo ni hasta el norte ni el sur donde parecía prolongarse infinitamente.
-El espacio parece ser inmenso, -comentó Martín.
-Todo es ilusorio, -fue la respuesta de la Rata Noruega.
Casi todos calzaban gruesas gafas (seguramente tenían los ojos gastados de tanto fijarlos en los escritos) y muchos también estaban severamente encorvados.
-¿Qué es lo que escriben? –averiguó Martín.
-Recuerdos.
-¿No me había prometido ver el futuro?

-La memoria del pasado es todo el futuro que nos espera.