martes, 30 de enero de 2024

EL ATROZ ENCANTO DE LA CLASE MEDIA ARGENTINA

 

LA CLASE MEDIA ARGENTINA

 

         El pensador Arturo Jauretche observó algo que se repetía en la política argentina: “La gente, cuando está bien vota mal, y cuando está mal vota bien”. El macrismo en cuatro años de decadencia, en los que nos endeudó por cien años con el préstamo del FMI, enseñó a la gente a votar. Las elecciones parecían encaminadas y el triunfo de Alberto Fernández así lo confirmó. Pero no bien el caso Vicentín le torció el brazo al gobierno en sus inicios, ya advertimos que habíamos metido la pata escogiendo a un Presidente mediocre, sin pasta de liderazgo y que en cada entrevista periodística daba clases de derecho como si estuviese en la universidad. El gobierno de Alberto Fernández fue un fiasco. El malestar fue creciendo gradualmente, la economía a los tumbos, la inflación terminó siendo arrolladora y con ese malestar apareció el mesianismo del actual Presidente que prometía combatir a la política profesional (la “casta”) y con arrogancia egocéntrica y megalomanía a cuestas se llevó puesta a la clase política.

El problema es que Milei entró en la Casa Rosada prácticamente solo. No tenía partido político, apenas pocos legisladores, muchos menos amigos ni conocidos de confianza en la administración. Eso es un mérito que decae en desgracia. Ningún ser humano puede gobernar la Argentina en soledad, y mucho menos cuando el equilibrio mental escasea. Allí acudieron los auxiliares de la “casta” a rodearlo y copar el gobierno, y con reflejos de puma, los grandes intereses concentrados les ofrecieron “asesoramientos” para alcanzar la “revolución” que prometió por medio de dos mamarrachos legales armados entre gallos y medianoche para “cambiar la matriz argentina desde sus bases”. Hacer otro país, como un barajar las cartas e iniciar un nuevo juego desde cero. El fundamentalismo mercadotécnico de Milei ya se conocía. Muchísima de la gente que apoyaba sus medidas pertenece a la clase media argentina, básicamente hipócrita. Aspiran a ser nuevos ricos, pero no tienen tierras. Adoran ser aristocráticos, pero carecen de mansiones y autos de alta gama. Se identifican con deportistas, artistas y empresarios del jet set pero no tienen ni talento físico ni capacidad ociosa para deslumbrar en imágenes.

¿Qué puede hacer esta clase media frustrada?

Si ama lo que no alcanza, se desquita odiando a lo que deja atrás: reniegan de la clase baja a quienes empiezan por detestar. Son todos negros, planeros, choripaneros, villeras, ordinarias, haraganes, vividoras, borrachines, drogadictos, etc. A quienes defienden los derechos de esa inmensa mayoría de la clase baja a la que las políticas y la desidia empujó a la miseria, los tratan de comunistas, peronistas, rosqueros, demagogos, gremialistas, sindicalistas. En especial se ensañan con el mundo gremial que es la defensa que la sociedad pone como barrera entre empleado y empleador para evitar los abusos por parte del más fuerte, cosa que es harto común en este sistema desalmado de negocios elevados a la categoría de religión en el siglo XXI.

Cuando alguien me viene con ese discurso de “todos los sindicatos son nidos de ladrones” yo les digo simplemente: cuando usted vaya y renuncie a las vacaciones pagas, el derecho a indemnización, el aguinaldo y las paritarias, entonces lo escucharé y seguiremos conversando.

Y no estoy diciendo que no haya mugre en el sindicalismo, y que necesita de una limpieza democrática, todo eso es real. Pero de allí a poner todo en la misma bolsa, no está bien.

Porque es muy fácil tirar piedras desde la comodidad de un sofá sin hacerse cargo del uso que está haciendo de esos derechos conseguidos tras arduas luchas, y es de un cinismo supremo recibir el beneficio y morder las manos del que lo otorgó. En esas actitudes mezquinas y miserables está retratada la clase media que es siempre quien decide en las elecciones. Recordemos que en televisión cuantas notas hacían a los transeúntes todos se quejaban de los planes sociales, de los subsidios, de mantener vagos. El Gobierno entonces puso en marcha un mecanismo de “sinceramiento” que consistía en ingresar en una página web y anular el subsidio del transporte público de pasajeros. De los 3 millones de personas que toman transporte en el AMBA se anotaron 322. Es decir, frente al micrófono somos todos solventes, pero en la soledad del bolsillo 2.999.700 siguió utilizando el descuento que aborrecía para los demás.

Esa es la clase media argentina: poco más que apariencia.

 

Alejandro Bovino Maciel

Buenos Aires, enero 2024

www.alejandrobovinomaciel.webador.es

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