MÚSICA DE FONDO
Y OTROS CACHIVACHES
El Fondo Monetario Internacional (FMI) se creó en 1945 durante una convención de la ONU y como un organismo autónomo cuyas finalidades expresas eran: conseguir políticas cambiarias sostenibles a nivel internacional, facilitar el comercio entre naciones y ¡reducción de la pobreza! El codicilo no aclara la pobreza de quiénes busca reducir, porque en el Cono Sur no se ve que haya reducido nada más que los salarios. Está dirigido por un Director Gerente, que desde 2007 es el francés Dominique Strauss-Kahn. Como todo organismo internacional cuenta con 187 países-miembros, entre ellos, nuestro País.
El motor de su acción estriba en evitar crisis en los sistemas monetarios de los países-miembros. ¿Qué sucede si, como la historia ya lo demostró, un país entra en turbulencias económicas y compromete su balanza de pagos? El Fondo puede prestar dinero para apagar el incendio. Hasta aquí parece un ingenioso mecanismo solidario internacional, meta que seguramente estuvo en la mente de los fundadores.
Pero con el tiempo este mecanismo se fue sofisticando y pervirtiendo. Este préstamos de divisas se hace bajo algunas condiciones, como todo ente crediticio, el FMI empezó exigiendo a los países que solicitaban ayuda indicar de qué manera pensaban resolver la crisis financiera que se estaba auxiliando. Hasta allí, todo iba bien, los países presentaban un plan de saneamiento de las economías y si el FMI acordaba, se facilitaba el salvataje y todos contentos. Pero a partir de la década del 70 las dictaduras latinoamericanas hallaron en estos préstamos el “ábrete sésamo” para atornillarse en el poder gastando más de lo que producían y generando vientos a favor (¿Recuerdan la Argentina de la plata dulce?) y problemas al futuro.
En estas instancias, el FMI naturalmente tan meticuloso para librar divisas, oxigenó las economías militares sin pedir demasiadas garantías a los generales. A partir de los 80, con gobiernos democráticos, el omnisciente FMI dio un paso adelante: ya no solamente exigían indicar a los países deudores las políticas a seguir para resolver la crisis, sino que se adelantaban presentando recetitas de ajustes sociales, a tono con el neoliberalismo salvaje de fines de los ’80 y los jubilosos ’90. Hoy por hoy ya no hace falta que venga una “misión” redentora cuando un país está en problemas: cualquiera de nosotros podríamos facilitarles la “receta” del FMI: drásticos recortes de presupuesto público para salud y educación al estilo del bull-dog López Murphy, equilibrio fiscal (que no se gaste más de lo que ingresa como recaudación pública, algo que hasta una madama de burdel maneja a la perfección), libre comercio porque el FMI responde a las órdenes de los países industrializados y cualquier traba proteccionista es considerada herejía económica. Privatizar todo, si es posible, hasta la dentadura postiza de los ministros del gabinete.
¿Vieron qué fácil? Y sin necesidad de pagarle pasajes a funcionarios zánganos, gastar en estadías, viáticos, comisiones…porque la “recetita” viene siendo la misma desde la década de los ’60.
Elecciones en Salta y entre los candidatos, el nunca olvidable y pintoresco diputado Olmedo con su campera amarilla y las ideas victorianas del siglo XVIII y el pragmatismo utilitarista de mantener esclavos a los trabajadores para mostrarnos qué buen gobernador podría ser con un látigo en la mano.
En Perú, otra exquisitez: Keiko Fujimori, la hija de “Rambo” está en la terna de los posibles presidentes. Las mismas ideas e ideales del pragmático Alberto, hoy detenido y con una montaña de causas pendientes. A nadie escapa que esta furibunda campaña de Keiko viene a ser un salvoconducto para librar al Rey Lear de la ignominiosa prisión, que es lo primero que hará la geisha si llega al poder. ¡Dios nos coja confesados!
Alejandro Bovino Maciel, abril 2011
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