Si la muerte no remordiera la moral humana más allá de los límites de la vida física, ignoro qué cosa más temible que la aniquilación pondría en funciones al engranaje ético.
En el mito de Guilgamés observamos que la amenaza de morir sirve para aleccionar al rey déspota sobre la vanidad del poder como ilusión, y la gloria como destello fugaz en la vida.
Cuando abrimos el Génesis de la Biblia inmediatamente después de la Creación nos encontramos de nuevo con un acto de hybris o desmesura o intrepidez humana frente a Dios a Quien el padre Adán quiere imitar en el plano del conocimiento.
La moraleja de la fábula, si la hay, es burda: antes de conocer todo, el hombre vivía feliz ya que en el Edén sólo conocía el bienestar pero bastó estirar la mano y arrancar la fruta prohibida del conocimiento para descubrir el mal, la decadencia, la gota, el reuma, la prebiscia, la mentira, la policía y los impuestos. Como en el Gan (Paraíso) estaba también el Árbol de la Vida y Jahveh quiso preservar el derecho de admisión, los hizo expulsar y desde entonces todos somos exiliados.
La muerte sobreviene como castigo en la Biblia por ello toda la mitografía judeocristiana e islámica carga con el inmenso peso de la culpa que nos extorsiona: somos seres miserables, díscolos, desobedientes y nos hemos ganado el repudio divino. Los descendientes de los descendientes de Adán y Eva estamos condenados a sobornar a un Dios colérico para merecer Su perdón. Todos los actos humanos bordean la hybris y el ejercicio de la libertad desafía el poder desde el más alto (espiritual) hasta el último comisario de pueblo que detenta el poder temporal.
En el casi beaterio en el que crecí, una de las monjas (no la más inteligente) nos amenazaba durante la Cuaresma: “si hacen ruido, gritan en el oído de Cristo moribundo, si se ríen, estorban la agonía del Señor, no lo dejan descansar de sus dolores”.
Todo cuanto hacíamos era para mortificar a ese pobre hombre enfermo que se estaba muriendo por nuestros pecados, ¡qué desagradecidos debíamos de ser para persistir en nuestras ofensas después de conocer el rescate que había pagado por nuestras almas! Nuevamente la extorsión de Dios.
Creo que el razonamiento estaba torcido en un punto: desde el principio Yahveh nos hace responsables de nuestras elecciones, entonces antes de pagar el rescate deberían preguntarnos si elegimos o no ser salvados.
No recuerdo haber pedido a Cristo ninguna redención.
Pero es sabido que los poderes religiosos buscan y buscarán sofocar la libertad humana recordando que Yahveh nos quería anestesiados en el Edén, conociendo solamente el estado de gracia siempre que renunciáramos a nuestra libertad de saber más.
Cuando la curiosidad nos hizo elegir vinieron la Serpiente, el ángel con la espada flamígera, el castigo, las espinas, el hambre, la disentería, y la nunca olvidable Dirección General Impositiva.
Murió el Edén de Adán y nació el Estado. Pero antes de nacer Leviatán en Occidente hubo un interregno en el que la Iglesia de Roma asistió a la extremaunción del Imperio y sirvió de sostén a una Europa invadida por los bárbaros. La Iglesia fue el Estado. ¿Y qué era esa Iglesia, sino un conjunto de doctrinas escritas en la Biblia?
Pero las siete llaves del misterio estaban bajo custodia de la Curia. Nadie sino el Papa y los sínodos o concilios podían leer correctamente la doctrina; el permiso estaba restringido a la sucesión apostólica y cualquier interpretación fuera de esos límites era condenada como herejía.
La palabra “herejía” viene del latín Haeresis que significa opinión, partido y se parece sospechosamente a Haesitans que significa estar en duda. Si asociamos tendremos que se trata de una opinión dudosa. Se define como hereje a toda persona o secta que profesa una doctrina diferente al dogma católico. En los primeros siglos del Cristianismo los teólogos trataron de llenar los vacíos que dejaban las enseñanzas de Cristo que en materia de dogmas siempre fueron ambiguas o sus amanuenses no supieron trasladar al recto sentido nociones como muerte, resurrección, Dios, santidad, vida perdurable, Infierno, castigo. En estas oquedades ideológicas se incubaron las distintas herejías, algunas manifiestamente absurdas y otras sospechosamente superiores a la doctrina. En los Hechos de los apóstoles un prestidigitador llamado Simón el Mago ofreció dinero a los galileos para que le enseñasen sus trucos (milagros) dando origen a la Simonía como se designará después a toda forma de comercio religioso. De simonía acusó Lucero al Papa por vender indulgencias.
alejandro maciel (Fragm. de Los sueños de la eternidad en el tiempo)
1 comentario:
Talo, sabés lo mucho, muchísimo que te quiero y lo feliz que estoy en volver a encontrarte.
Aquí me tenés, vivita y coleando.
Quiero tu e-mail para escribirte, voy a agregarte a Mis Favoritos para visitarte seguido...
¡Tenés un montón de Blogs, voy a tener para rato!
Abrazos que cruzan el mar y te llegan.
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