LA SIESTA CORRENTINA
¿Quiere conocer un anticipo de su defunción?
Basta con abrir una ventana que dé a una siesta de
enero en Corrientes o Asunción, da igual la madre que la hija. Porque esta es
una historia de madres y de hijas, ya lo verá.
Asoladas.
Humeantes.
Polvorientas.
Áridas en la llanura húmeda, las calles se agitan en
la quietud. Reverberan fulgores ondulados. Jadean como tísicas el demonio de la
siesta.
Después está la gente.
Cuerpos humanos sin sombras cruzan callados por las
calles. Abrasados por las calderas canallas. Las Diablas (obesas, aceitosas) y
sus hieródulos con espadas flamígeras están expulsando desde el cielo pío a los
pecadores del Paraíso, cuyo regreso se ha negado a los renegados.
¿Adónde los conducen, entonces?
A la siesta correntina.
El cielo se sancocha. El tibio celeste está celado.
Ya no llegan hasta él las jaculatorias que los fieles, al santiguarse,
imprecan. Los penitentes que apenan las calles brillan del barniz del sudor. Mujeres
afantasmadas atraviesan el resplandor sin decir una palabra.
Sin decir una palabra. ¿Adónde, hombres y mujeres
cargados de ardores caminan los calores?
¿Adónde van?
A la siesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario